HOMILÍA
El domingo pasado, la Iglesia celebró la Pascua de Resurrección, la fiesta más grande, más importante, del calendario cristiano. Y hoy, último día de la octava de Pascua, se nos invita a vivir el llamado “Domingo de la Divina Misericordia.” Cuando miramos en nuestro interior, descubrimos que el pecado y el mal son realidades que están muy presentes en nuestras vidas y en nuestras personas. Por eso, es bueno que fijemos nuestra mirada en el corazón de Jesús y descubramos, allí, la compasión y la comprensión que tanto podemos estar necesitando. Sabemos que Él pone su corazón en nuestra pobre realidad humana. No tengamos miedo. Somos su gran preocupación.
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