HOMILÍA
Hemos escuchado las lecturas propias del quinto domingo de Pascua. Dentro de dos días vamos a comenzar el mes de mayo, el mes que nos habla de la Virgen María; de las primeras comuniones de los niños, de las confirmaciones de los adolescentes, de la Unción de Enfermos de quienes están en la tercera edad, de los labradores y de su patrono San Isidro, de las romerías y visitas a las ermitas. Bueno es que nos preparemos a todo ello reflexionando en el mensaje que nos han dejado los textos bíblicos escuchados en este día.
La primera lectura la hemos tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles. Nos ha recordado esa incorporación paulatina de San Pablo en la Comunidad Cristiana, tras haberse encontrado con Jesús en el camino de Damasco. No fue un hecho fácil porque, durante mucho tiempo, había sido un duro perseguidor de los seguidores de Jesús. Aceptemos, en la actualidad, a quienes, desde posiciones alejadas de la Fe, han descubierto a Jesús y quieren formar parte de la Iglesia.
La segunda lectura, de San Juan, nos ha querido dejar grabada con fuerza una frase: “Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras”. ¿De qué nos serviría confesarnos cristianos, alardear de nuestra fe o de nuestra pertenencia a la Iglesia si, luego, el amor fuera una simple palabra sin ninguna consecuencia en nuestra vida? Si nos decimos cristianos, vivamos el amor con obras y de verdad.
El relato del evangelio de Juan nos ha tratado de contestar a una pregunta: ¿Cómo ha de ser nuestra unión con Jesús? Pues ha de ser como lo es la de los sarmientos con la vid. Mientras están unidos, tienen vida y dan fruto. Cuando se cortan o los separan, mueren. Pidamos al Señor que nunca nos deje de su mano, que nuestra unión con él sea tan fuerte que el flujo de vida que nos viene de él nos alimente siempre.
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