HOMILÍA
Celebra hoy la Iglesia la fiesta del Bautismo de Jesús. Hemos vivido estos días pasados los grandes acontecimientos que rodearon el nacimiento de Jesús: los ángeles, los pastores, el portal de Belén, la fiesta de la Sagrada Familia, la solemnidad de Santa María, la Madre de Dios, los Magos de Oriente. Y, sin más, dejamos de ver a un Jesús niño, recién nacido, para disponernos a contemplar a un Jesús, ya adulto, que ha dejado atrás su pueblo de Nazaret y a su madre y se ha puesto en camino hacia el rio Jordán donde Juan el Bautista está predicando un bautismo de conversión para preparar los corazones de las gentes que anhelan la venida del Mesías.
En aquel bautismo van a tener lugar toda una serie de actos que indican la importancia del momento: Jesús es bautizado, el Espíritu Santo se hace presente y se oye la voz del Padre que resuena con fuerza: “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco.” A partir de este momento solemne, vamos a conocer al Jesús de los milagros, de las parábolas, de las enseñanzas sublimes, de su encuentro salvador con toda clase de personas. Un día llegará también la Pasión y la Cruz y la Resurrección y la Ascensión a los cielos.
Ya sabemos la diferencia que hay entre el Bautismo que administraba Juan el Bautista y el Bautismo “en el Espíritu Santo” propio de Jesús. Nosotros fuimos bautizados en el nombre de Jesús. Un bautismo que, si hoy lo aceptamos de corazón, nos compromete a vivir como cristianos, como seguidores de aquel que no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida por todos. ¡Qué bueno sería que llegáramos a conocer el día en el que fuimos bautizados, el lugar en el que tuvo lugar y el sacerdote que fue el ministro del sacramento! ¡Ojala que, de alguna forma, lo llegáramos también a celebrar como hacemos con nuestros cumpleaños!
Debe estar conectado para enviar un comentario.