HOMILÍA
Hemos escuchado las lecturas propias de este domingo que hace el número trece del tiempo ordinario. Terminamos el mes de junio y comenzamos los de julio y agosto, tiempo propicio para las vacaciones escolares y laborales. Pero, sabemos, tanto en unos meses como en otros, la Palabra de Dios llega hasta nosotros. También las vacaciones son momentos de encuentro con el Señor. Allí donde estemos, sea en una gran catedral o en una pequeña ermita perdida en el monte; estemos en una iglesia parroquial o en una basílica de renombre, Dios nos espera. ¡Ojalá que estos próximos días intensifiquen, más si cabe, nuestra vivencia religiosa, nuestra participación en la eucaristía!
La primera lectura la hemos tomado del libro de la Sabiduría y nos ha recordado que el Señor no quiere el mal para los seres humanos, que no hizo la muerte ni se complace destruyendo a los vivos. Más aún, que los hizo a imagen de su propio ser y que nos acompaña en el camino de la vida. Elevemos hacia él nuestra plegaria en las horas difíciles.
La segunda lectura, de san Pablo a los Corintios, nos insiste en que, por encima de todo, sobresalgamos en la caridad. Haciéndolo así, imitaremos a la perfección al Jesús que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. No dejemos de hacer el bien, siempre que podamos, a los que están a nuestro alrededor y necesitan nuestra ayuda. También a los que están lejos y sabemos de su dolor
El relato del Evangelio de Marcos ha hecho referencia a ese corazón de Cristo que se conmueve ante las enfermedades y dolencias de cualquier ser humano: sea ante una niña pequeña, ante un paralítico, ante quien sufra una limitación. ¡Ojalá que sepamos darnos cuenta del sufrimiento de nuestros semejantes, nos conmovamos ante él y decidamos echar una mano, como sabía hacer el Jesús humano y compasivo!
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