HOMILÍA
Hemos entrado ya en el mes de julio. Un mes lleno de celebraciones importantes: ¿Cómo no recordar la figura de San Cristóbal, Patrono de los automovilistas; de la Virgen del Carmen a la que invocamos tantas veces; de la figura de Santiago el Mayor en honor del que celebramos las fiestas de tantos lugares; de los Santos Joaquín y Ana, ante quien rezamos por las personas de la tercera edad, de los abuelos, ellos que fueron abuelos del propio Jesús? A todos ellos lo iremos teniendo en cuenta.
La primera lectura la hemos tomado del profeta Ezequiel a quien el Señor encomienda que anuncie su mensaje de salvación. Es verdad que no siempre le harán caso. Que, en ocasiones, su voz se perderá en el desierto de la indiferencia. Pero, a pesar de todo, el profeta deberá tratar de llegar al oído y al corazón de todos. Seamos nosotros también como el profeta: anunciadores de la enseñanza que Dios quiere sembrar en nuestras vidas y en las vidas de los que están a nuestro alrededor.
La segunda lectura, de San Pablo a los corintios, nos ha hecho ver la debilidad que acompaña muchas veces a los evangelizadores. Un agotamiento que se ve compensado por la fuerza que nos viene del Señor: “Te basta mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad”. Aunque parezca que no podemos, que no vamos a alcanzar nuestros objetivos, no estamos solos. Jesús de Nazaret obrará el milagro que necesitamos.
El relato del evangelio de Marcos nos ha puesto también de relieve la dificultad que encontró el propio Jesús para que su enseñanza calara, de verdad, en las vidas de sus oyentes. Sus milagros no siempre les convencieron, así como tampoco la coherencia de su vida y su bondad. Lo que le ocurrió a Jesús nos debe dar a nosotros paz y tranquilidad. Hagamos lo que podamos. Tratemos de hacerlo bien y confiemos en Él.
Debe estar conectado para enviar un comentario.