HOMILÍA
El verano es, para muchos, tiempo de vacaciones, de descanso, de viajes, para encontrarse con familiares y amigos. Pero, todo eso, no nos impide el ponernos a la escucha de la Palabra de Dios y el seguir hablando con él a través de la oración, de la plegaria confiada. Una plegaria a la que somos llamados en cualquier lugar sagrado pero también en medio de la naturaleza. Sabemos que Jesús se retiraba a orar en la cima de las montañas, en medio del lago de Galilea, en los caminos y senderos de Palestina. Hagamos nosotros lo mismo.
La primera lectura la hemos tomado del libro del profeta Amós. Él, como se suele decir, no tenía pelos en la lengua y sabía llamar la atención de los poderosos que abusaban de los débiles. Por eso, resultaba incómodo para muchos que deseaban alejarlo de ellos para que no les molestase. Dejémonos interpelar por los profetas que el Señor pone a nuestro alcance. Su mensaje es para nuestro bien.
La segunda lectura, de San Pablo a los cristianos de Éfeso, nos ha hecho llegar una frase que debiera calar con fuerza en nuestro corazón: “Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor”. Ya sabemos, pues, cuál es nuestro destino, la razón para que la fuimos creados: “ser santos e intachables ante él por el amor”. Tengámoslo presente en el día a día.
El relato del evangelio de Marcos nos ha descrito una experiencia a la que Jesús quiso llevar a sus discípulos. Un día serían llamados a evangelizar el mundo entero. En esta ocasión, se trataba más bien de un ensayo, de unas prácticas, que debían realizar según algunas normas: ir ligeros de equipaje, no perder el tiempo, ser austeros, curar enfermos. El anuncio de la Buena Noticia tenía que ir unido a hacer el bien a los que les escuchaban. No era posible predicar y no echar una mano.
Debe estar conectado para enviar un comentario.