HOMILÍA
Muchas son las fiestas, las celebraciones religiosas, que nos unen a los cristianos en estos días y, de una forma especial, en torno a la Solemnidad de la Asunción de nuestra Señora. Las lecturas de este domingo, veinte del tiempo ordinario, nos siguen ilustrando sobre ese Pan de Vida que es Jesús y sobre la necesidad de comer su cuerpo y de beber su sangre para tener vida. No dejemos de pensar en el Cristo Eucaristía, en el Cristo que nos espera en el Sagrario, en el que se hace presente en el “pan y en el vino” consagrados en cada Misa.
La primera lectura la hemos tomado del libro de los Proverbios. ¡Cuántas veces, la sabiduría popular se recoge en esos dichos, en esos refranes, en esas frases aprendidas desde niños! La Sabiduría, con mayúsculas, nos llama a todos a tenerla presente, a hacerla nuestra. Pidamos al Señor que su Sabiduría llegue a nuestros corazones para obrar correctamente, para elegir el buen camino, para ser felices.
La segunda lectura la hemos tomado de la Carta a los Efesios. Nos invitaba a ser sensatos, a buscar siempre lo que Dios quiere, a dejar a un lado el libertinaje que nos aleja del Señor y del bien obrar, de juntarnos para elevar concordes una misma plegaria al Señor, a hacer nuestros los Salmos, himnos y cánticos inspirados; a cantar con gozo al Señor y a darle gracias siempre en nombre de Jesús.
El relato del evangelio de Juan reitera una y otra vez que Jesús es el pan de vida. Una frase parece destacar por encima de todas: “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día”. Pensemos en las veces que nos acercamos a comulgar, en la importancia que le damos a ese hecho. Y no olvidemos la frase final: “El que come de este pan vivirá para siempre”.
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