HOMILÍA
Hemos escuchado las lecturas del segundo domingo del tiempo ordinario. Un domingo que coincide con la celebración de la segunda gran fiesta misionera de este año: La que conocemos como la “Infancia Misionera”, o “Santa Infancia” tal y como se decía antes. Es un día, como sabemos, que quiere inculcar en los más pequeños de nuestras comunidades, el amor a las misiones, a los misioneros y a tantos niños como ellos que, en tierras lejanas, desconocen el mensaje de Jesús y que, a veces, viven en la pobreza y en la falta de lo más imprescindible.
Este domingo nos habla también del Octavario de Oración por la Unión de las Iglesias Cristianas: Del 18 al 25 de este mes de enero, cristianos de las más variadas confesiones, rezan para lograr la Unidad que Cristo quiso para su Iglesia. Jesús nos pidió que “Todos fuéramos Uno” pero, la humana condición, nos ha ido llevando a la desunión, a la división y, a veces, al enfrentamiento. Recemos por la Unidad en nuestra plegaria personal y participemos en los encuentros ecuménicos que tengan lugar cerca de nosotros. “Rezar juntos” con cristianos de otras Iglesias, es el primer paso para vivir juntos, aceptándonos, perdonándonos, amándonos como el Señor quiere.
Sabemos que, tras el Bautismo de Jesús, él eligió a un grupo de amigos “para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar”. Les dio el nombre de “Apóstoles”, una palabra que significa “Enviados”. En el Evangelio de hoy hemos visto la actitud elegante y generosa de un Juan Bautista que dirige hacia Jesús a sus propios discípulos: Juan, el evangelista y Andrés serán los primeros, a los que pronto se añadirá Pedro. El impacto de aquel encuentro fue tal que, muchos años después, cuando Juan escriba su Evangelio, recordará incluso la hora exacta en el que tuvo lugar: “la hora décima”. Oremos hoy por las vocaciones
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