HOMILÍA
El llamado Tiempo Ordinario, en el que estamos, va llegando a su fin, antes de comenzar un nuevo año litúrgico con el Tiempo del Adviento. Pero, antes de empezar ese nuevo ciclo, estamos llamados a celebrar y a vivir acontecimientos importantes. Hoy, por ejemplo, la Iglesia nos invita a tomar conciencia del llamado “Día de la Iglesia Diocesana” con el lema “Orgullosos de nuestra Fe”. El próximo domingo, por indicación del Papa Francisco, viviremos “La Jornada Mundial de los Pobres” en la que tomaremos conciencia de esa pobreza que afecta a personas que viven lejos y también cerca de nosotros.
La primera lectura la hemos tomado del libro de la Sabiduría y nos ha venido a decir que, quienes buscan esa Sabiduría, terminan por encontrarla. No es la sabiduría como cúmulo de conocimientos sino esa otra que nos hace vivir a la escucha de la voluntad de Dios. Ese Dios que nos invita a sentirnos parte de la familia cristiana, de la Iglesia. Y si somos parte de ella, estamos llamados a colaborar en su misión con nuestra aportación personal y económica. Hoy hacemos una colecta.
La segunda lectura, de San Pablo a los Tesalonicenses, la escuchamos con frecuencia en los funerales y nos asegura cuál es la suerte que les espera a los que han fallecido. “Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, dice el apóstol, de igual modo Dios llevará con él, por medio de Jesús, a los que han muerto.” La Comunidad cristiana confía en las palabras de Jesús y acompaña con su presencia y oración a sus familias.
El relato del evangelio nos ha contado la parábola de las vírgenes prudentes y de las necias, queriendo enseñarnos que debemos vivir vigilantes, esperando la llegada del “esposo” que puede tardar. Vivamos nuestra fe sintiendo que formamos parte de la Iglesia a la que debemos aportar nuestro esfuerzo, oración y la ayuda que pueda necesitar.
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