HOMILÍA
Las lecturas de este domingo, quinto del tiempo ordinario, coinciden con la festividad de un santo muy popular en nuestras parroquias y comunidades cristianas. Nos referimos a San Blas. Dio su vida por Jesús tras haber vivido para él y haber participado de su poder para hacer milagros de curación y de sanación. Sobre todo, en lo que hacía referencia a las enfermedades de la garganta. Por eso, ha sido una tradición en la Iglesia traer alimentos para ser bendecidos en torno al día de su fiesta. Bueno es que los compartamos con familiares y amigos y que nos acordemos de tantos, como hoy en el mundo, pasan hambre.
La primera lectura la hemos tomado del libro de Job. El pasaje de hoy nos lo muestra con una visión pesimista de la vida. La ve como algo que pasa rápido. Se identifica con el jornalero y con el esclavo. Habla de noches de fatiga. También nosotros podemos llegar a tener estos mismos pensamientos pero es bueno que pensemos que, tanto en los buenos como en los malos momentos, Dios está a nuestro lado.
La segunda lectura, de San Pablo a los corintios, nos habla de la urgencia que siente el apóstol de evangelizar, de llevar la Buena Noticia de Jesús a todas las gentes. ¡Ojala que nosotros también llegáramos a percibir esta misma urgencia de “llevar a el evangelio” a los que están a nuestro alrededor y de hacerlo con nuestra palabra pero, sobre todo, con el testimonio de nuestra vida!
El relato del evangelio de Marcos nos ha recordado que la misión evangelizadora, como la que llevó a cabo San Blas, está unida con el hacer el bien, con curar y aliviar a los enfermos, con ayudar a los necesitados, con despertar la esperanza en los corazones entristecidos. “Todo el mundo te busca” le dicen los Apóstoles a Jesús. ¡Qué bueno sería que nuestra vida despertara ese mismo deseo en muchos!
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