HOMILÍA
Después de haber celebrado, hace unos días, la fiesta del Nacimiento de Jesús, hoy recordamos que ese nacimiento tuvo lugar en el seno de una familia humana normal, como las nuestras, como la de cada cual. Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Familia, la que constituyeron Jesús, María y José. Bueno es que nos fijemos en ellos, que les imitemos, que pidamos su protección y su ayuda. No es fácil, a veces, la convivencia familiar entre los esposos, entre padres e hijos, entre hermanos. Esta familia especial, que hoy recordamos, puede ayudarnos a superar los obstáculos que dificultan la concordia.
Las lecturas que hoy hemos escuchado, tomadas del libro del Eclesiástico, de la carta a los Colosenses y del Evangelio de San Lucas nos han insistido, por activa y por pasiva, en lo que cada miembro de la familia tiene que estar dispuesto a hacer para lograr esa armonía que nos ayude a todos a crecer en el amor, en la generosidad, en el compartir, en el ayudarnos los unos a los otros. Nuestra casa, nuestra familia, el hogar en que vivimos no es, no debe ser, un hotel en el que los demás estén para servirnos y nosotros para ser servidos.
Familia no es solo el conjunto de personas que viven en la misma casa. Familia somos cuando nos sentimos Iglesia; cuando aceptamos al otro como un hermano, aunque sea de otra raza, de otra religión, de otra cultura, de otra forma de ser y de ver las cosas. Familia somos cuando abrimos nuestros corazones al desconocido que llama a nuestra puerta.
Nuestro Administrador Apostólico nos dice: “Durante el Jubileo ordinario del año 2025, desde la inauguración, el 29 de diciembre de 2024, fiesta de la Sagrada Familia, hasta la clausura, el 28 de diciembre de 2025, los fieles, verdaderamente arrepentidos, podrán ganar la indulgencia plenaria”, expresión máxima de la misericordia divina.
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