HOMILÍA
Vamos avanzando en el camino de las grandes celebraciones de este tiempo de Navidad. Tras hacernos eco de los cantos de los ángeles en la Noche Buena; tras recordar a los pastores que se acercaron al portal de Belén, hoy la Iglesia nos invita a recordar que Jesús nació no solo en una cueva sino también y, sobre todo, en el seno de una familia como las nuestras, como la de cada cual. Hoy es el día de la Sagrada Familia. Hoy miramos a Jesús, María y José para aprender de ellos esas virtudes que tantas veces se nos escapan a los seres humanos y para pedir su protección y su ayuda.
La primera lectura la hemos tomado del libro del Eclesiástico. Un libro que, en el pasaje que hemos escuchado, nos enseña cómo debería ser nuestra relación familiar. Recalca la importancia y el respeto que debemos a los padres y a las personas mayores a los que nos unen lazos de sangre, de amor y de convivencia. Y esto es algo, nos dice, que, si lo cumplimos, el Señor lo tendrá presente y nos colmará de bendiciones.
La segunda lectura, de san Pablo a los Colosenses, nos ha hablado de las normas que están llamadas a ser vividas entre los seres humanos en general y que pueden ser aplicadas también a la convivencia familiar: “revestíos de compasión entrañable, bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. Y por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta.” Recordemos estas palabras para vivirlas.
El relato del evangelio de Lucas terminaba con una frase que, de alguna forma, resume lo que se conoce como la vida oculta de Jesús: “Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.”
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