« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
VIVIR DESDE DENTRO
Querido amigo:
Al comenzar esta Cuaresma me atrevo a recordarte que el principal y más urgente problema de la sociedad, incluida la Iglesia, de nuestro tiempo es la “mediocridad”. Es el seguir tirando con una cierta resignación enfermiza y un tedio aburrido que nos arrastra a la superficialidad envuelta por el consumismo y el individualismo feroz.
Nuestro estilo de vida está apostado por lo “exterior”, todo nos invita a vivir desde fuera. Todo nos presiona para movernos con prisa, sin apenas detenernos en nada ni en nadie. La paz ya no encuentra resquicios para penetrar hasta nuestro corazón. Vivimos casi siempre en la corteza de la vida. Se nos está olvidando qué es saborear la vida desde dentro. Para ser humana, a nuestra vida le falta hoy una dimensión esencial: la interioridad.
Nuestra Iglesia también sufre la “mediocridad espiritual”, ya que en el corazón de muchos cristianos se está apagando la experiencia interior de Dios.
Es triste observar que tampoco en las comunidades cristianas sabemos cuidar y promover la vida interior. Muchos no sabemos lo que es el silencio del corazón, no se enseña a vivir la fe desde dentro. Privados de experiencia interior, sobrevivimos olvidando nuestro interior.
Necesitamos vivir desde lo más profundo, desde nuestra interioridad habitada por la divinidad…
Porque vivimos como aletargados, anestesiados: Necesitamos despertar.
Porque vivimos como distraídos, saturados de estímulos: Necesitamos poner atención.
Porque vivimos como alterados, irritados e irascibles: Necesitamos volver al centro.
Vivir desde dentro… Desde la sincera necesidad de vivir plenamente. Cultivando vida de calidad.
Vivir desde dentro… Dándonos cuenta de la verdad... Liberarnos de fantasías y tergiversaciones de la realidad. Observar sin juzgar, aceptar sin resistencia, pero sin resignación.
Vivir desde dentro… Estando presentes en el presente. No dejar que nos arrastre la ansiedad de lo que vendrá, ni el sufrimiento de lo que ha sido. Estar aquí, siendo y haciendo con atención.
Vivir desde dentro… En silencio. Aquietar, serenar, pacificar, reconciliar… Volver al centro de nuestro ser y reconocer la presencia divina que habita en el corazón y en quien habitamos siempre.
Vivir desde dentro… Orando. Individual y comunitariamente. Cultivando la relación natural con Dios; y las relaciones cotidianas desde Dios.
Vivir desde dentro… Liberándonos de nuestras expectativas, de búsquedas compulsivas, y de muchas interpretaciones; aprendiendo a desapegarnos y recibir, agradecer, compartir y dar gratuitamente.
Vivir desde dentro… Liberando a los demás de juicios, etiquetas y sentencias estériles. Dejar de atacar y culpar infantilmente. Asumir la parte de responsabilidad que a cada quien nos corresponda.
Vivir desde dentro… Cuando haya buen clima, y cuando haya tempestad; por la noche o en el día. Sonriendo con buen humor y respirando hondo con esperanza y amor.
Vivir desde dentro, para relacionarnos sanamente con nosotros mismos, con las demás personas, con la creación y con Dios. Que la vida, en mí y en cada criatura, nos fascine y conmueva.
Vivir desde dentro, no es buscar simplemente relajación, sino realismo que pacifique.
Vivir desde dentro, no es buscar simplemente el confort, sino el Reinado de Dios.
Vivir desde dentro, no es aislarse ni ensimismarse, sino abrirse a la comunicación.
Vivir desde dentro, es confiar en Dios… comulgando con Cristo y en Cristo...e invocando y evocando al Espíritu Santificador…
Vivir desde dentro para ser quien soy y quienes somos, y hacer lo que corresponda hacer.
Vivir desde dentro, sin miedo a morir, pero disfrutando, en cada instante de las maravillas que el Señor nos ha regalado.
Esta experiencia interior de Dios, real y concreta, puede transformar nuestra fe. Es posible encontrar a Dios dentro de nosotros en medio de una cultura secularizada. Es posible también hoy conocer una alegría interior nueva y diferente. Pero me parece muy difícil mantener por mucho tiempo la fe en Dios en medio de la agitación y frivolidad de la vida moderna sin conocer, aunque sea de manera humilde y sencilla, alguna experiencia interior del Misterio de Dios. Un abrazo
Fernando Jordán Pemán
Párroco