« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
II Domingo Tiempo Ordinario. Ciclo C
Resulta muy curioso que San Juan comience los relatos de los milagros de Jesús con éste que leemos hoy: convertir agua en vino en las bodas de Caná; y digo que resulta curioso porque el evangelista Juan trata estos signos de un modo muy profundo y con un significado mayor que el simple relato de un acontecimiento asombroso o milagroso.
Todavía no había llegado la hora de comenzar la manifestación de Cristo al mundo; no era aún el momento apropiada para que el mundo descubriera la presencia del Salvador entre ellos; sin embargo, fue María quien adelantó esta hora. Lo que iba a realizar con este milagro en Caná sería un presagio de su futura hora: su muerte y cruz para salvación de todos.
Si releemos con tranquilidad el Antiguo Testamento, nos daremos cuenta de la importancia que tiene el elemento material del vino para los judíos: símbolo de fiesta y de banquete; pues bien, este vino representaría más adelante la propia sangre de Cristo derramada para la salvación del mundo. Un vino que anticipa ese banquete eterno que tantas veces asemeja Jesús al Reino de los Cielos.
En aquél ambiente de boda, de festividad, falta algo importante: necesitaban aquello que representaba la alegría y el compartir; y la intervención de María, la mujer, hizo que Jesús adelantara su hora y empezara a mostrar signos de que Él era el Mesías. Haced lo que Él os diga.
En esta frase María se relega, una vez más, a un segundo plano; era necesario que todos conocieran al señalado entre los hombres; como si en la escena pintada armoniosamente, la luz principal descansara sobre el rostro de Jesús y el resto de las figuras observaran atentamente sus actos guiados por la mano de María que lo muestra al mundo.
Haced lo que Él os diga: sólo Cristo puede traer la verdadera alegría y la salvación a este mundo; en aquel vino que anticipa el banquete eterno, se nos promete ya una vida eterna junto a Dios. Convertir unas tinajas de agua, símbolo de los rituales de purificación de la antigua ley, en un vino exquisito, símbolo de la nueva alianza, es el primer signo prodigioso que realizó Jesús para darse a conocer.
Estas palabras del evangelista Juan nos introducen en el camino del discípulo que descubre en Jesús a la puerta que nos lleva hasta el Padre; su hora está por llegar y el banquete eterno está preparado. El que esté listo y preparado con su vestido de fiesta, que entre y disfrute del festín que nos tiene preparado.