SÉ QUIEN ERES, EL SANTO DE DIOS
Así te respondieron, Señor, en aquella Sinagoga de Cafarnaúm, los que se habían apoderado del sentir y del querer de una persona. Pero tú, hablando y obrando con autoridad, los expulsaste, sanando y liberando a esa persona. Ayuda a tantos que, como hoy, aplastados por el dolor, por la enfermedad, por la angustia, por la incomprensión, por la soledad, te buscan proclamando a los cuatros vientos: “Sé quién eres, el Santo de Dios.”
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