
ORAR EN FARISEO O EN PUBLICANO
Por un lado, el texto nos presenta a un fariseo, personaje ejemplar donde los haya, que cumple todas las leyes y alguna más –por si acaso– sin embargo se advierte en él algo que no cuadra: quizá ese pequeño gesto, o el tono de su voz, o la manera de sonreír, quizá su mirada, o esa palabra inoportuna… En él se aprecia un planteamiento equivocado, poco creíble… se aprecia que la verdad que proclama tiene poco que ver con el mensaje de Cristo.
Por otro lado, encontramos al publicano; ciertamente no se presenta como modelo de vida, su conducta no es mejor que las prestaciones virtuosas del fariseo. Su ética es bastante dudosa y bastante discutible; en cualquier caso, no es un campeón de honestidad. Más lo que le hace ganar frente al fariseo es la actitud de no pretender esconder la miseria que lleva encima. Quizá ese es el detalle que presentan sus palabras entrecortadas: Cualquier detalle resulta decisivo. Porque el amor se nutre de detalles y uno sólo bastaría para indicar si nosotros somos “verdaderos ante Dios”
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