
HOMILÍA
Este domingo celebramos la Jornada de la Sagrada Familia centrada, de una forma especial, en el amor que nos debemos. El lema es: «Matrimonio, vocación de santidad». Somos invitados a rezar por nuestras familias y por todas las familias. De una forma especial, por aquellas que sufren la ruptura, la incomprensión, las dificultades económicas o la enfermedad de alguno de sus miembros. Oremos y comprometámonos a hacer todo lo que podamos por esos miembros de nuestras familias. Algunos de ellos están en los hospitales y en las residencias. Que el Señor les acompañe y supla nuestra presencia con su ternura.
La primera lectura la hemos tomado del libro del Eclesiástico y nos ha recordado el deber de los hijos de atender, de cuidar y de llenar de ternura la vida de sus mayores. El Señor premiará sus desvelos para con ellos porque “la compasión hacia los padres no será olvidada y servirá para reparar los pecados de todos nosotros”.
La segunda lectura, de la carta de San Pablo a los cristianos de la ciudad griega de Colosas, nos ha mostrado toda una serie de actitudes y de comportamientos que deben adornar nuestra vida de familia: “la compasión entrañable, la humildad, la mansedumbre, la paciencia”. El amor debe estar en el centro de nuestras relaciones familiares: entre los esposos, entre padres e hijos, entre hermanos.
El relato del evangelio de San Mateo nos ha recordado una escena que supuso un sobresalto para la familia de Nazaret: Jesús corría peligro y la única forma de salvarlo era huyendo a Egipto donde estaría fuera del alcance de la ferocidad del rey Herodes que veía en él a un posible competidor al trono. Pasado el peligro, volvieron y se establecieron pero esta vez, al norte, en Nazaret, en Galilea. Pidamos al Señor que ayude también a nuestras familias en el peligro y en las dificultades de cada día
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