HOMILÍA
Poco a poco, el camino pascual se va abriendo paso hacia la solemnidad de Pentecostés, en la que recordaremos la primera venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos con María. Mientras tanto, los cristianos estamos invitados a vivir la experiencia del Resucitado y el convencimiento de que un día, nosotros también, seguiremos sus pasos. La muerte no será el final del camino para nadie como no lo fue para él. Sintamos la alegría de ser creyentes en alguien que está vivo, presente y actuante en cada uno de nosotros.
La primera lectura la hemos tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles. Pedro les recuerda a sus oyentes la responsabilidad que muchos de ellos tuvieron en la Pasión y en la muerte de Jesús. Pero sabe y comprende que, en gran medida, lo hicieron por ignorancia. Que, en palabras del crucificado, “No sabían lo que hacían” y que, por, eso, pedía para ellos el perdón del Padre. Pidamos al Señor que nuestro desconocimiento no nos lleve a ofender al Señor o a herir al prójimo.
La segunda lectura, del apóstol San Juan, les insiste en la importancia de no caer en el pecado y en el mal. Pero si caemos, no debemos perder la esperanza porque “tenemos a alguien que aboga ante el Padre: a Jesucristo, el Justo”. Acerquémonos con frecuencia al sacramento del Perdón, a la Confesión. Reconozcamos nuestros fallos y sintamos el gozo de sabernos perdonados por el Señor.
El relato del evangelio de Lucas nos ha seguido recordando alguna de las muchas apariciones de Jesús Resucitado a sus discípulos. A ellos les sigue costando aceptar la realidad de la resurrección. El Maestro les saluda con un deseo de paz y les pide algo de comer para terminar dándoles un mandato: “Vosotros sois testigos de esto”. Vosotros sois testigos de mi resurrección y ese testimonio debéis anunciarlo a todos.
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