HOMILÍA
De la mano de Santa Orosia, cuya novena comienza este domingo en algunos lugares de nuestra Diócesis de Jaca, hemos escuchado esa misma Palabra de Dios que ella escucharía, sin duda, muchas veces a lo largo de su corta vida. Pidámosle que nos ayude a comprenderla y a vivirla, a volver sobre la enseñanza recibida y a preguntarnos qué es lo que el Señor nos puede estar pidiendo a cada uno de nosotros.
La primera lectura la hemos tomado del profeta Ezequiel. Nos ha hablado de árboles que son plantados, que crecen y dan fruto. Y una frase ha destacado sobre las demás: “Y reconocerán todos los árboles del campo que yo soy el Señor, que humillo al árbol elevado y exalto al humilde, hago secarse el árbol verde y florecer el árbol seco”. Nosotros somos esos árboles que pueden elegir ser árboles altos y orgullosos o árboles sencillos y humildes. Optemos por ser de estos últimos para ser un día exaltados por el Señor.
La segunda lectura, de San Pablo a los corintios, nos ha venido a decir que, tanto en destierro como en patria, nos esforcemos por mantener el buen ánimo y que eso nos lleve a agradar al Señor con nuestras palabras y nuestras obras. Si lo hacemos así, recibiremos el premio prometido a los que han hecho de su vida una ofrenda de amor.
El relato del evangelio de Marcos nos ha puesto dos comparaciones para tratar de explicar qué es eso del Reino de Dios del que tanto nos habló Jesús. La primera de ellas nos decía que ese Reino de Dios es como una semilla que, sin ruido, va germinando y creciendo hasta convertirse en una espiga granada. La segunda, hacía referencia a un grano de mostaza que, siendo tan pequeño, llega a convertirse en un gran árbol. Nosotros, los cristianos, somos esa semilla o ese grano de mostaza, que está destinado a crecer y a ser una espiga granada o un gran árbol.
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