HOMILÍA
Atrás hemos dejado el tiempo de Navidad y de la Epifanía y volvemos al llamado “Tiempo Ordinario” que, el cinco de marzo próximo, interrumpiremos para dar paso a la Cuaresma. Pero, mientras tanto, vamos a fijar nuestra mirada en ese Jesús que caminó por los pueblos y senderos de la Palestina de su tiempo.
Este segundo domingo del tiempo ordinario, que hoy celebramos, nos trae también a nuestra memoria la Jornada de la Infancia Misionera en la que, los niños de los países de misión y los que asisten a nuestras catequesis, adquieren una importancia muy especial. Queremos poner en contacto a todos esos niños para que aprendan el noble arte de amarse, de ayudarse, de ser solidarios, de rezar los unos por los otros. En este día se hace una colecta para que, los niños y los adultos de nuestros países ricos, ayuden a quienes carecen de lo necesario.
Este domingo también nos recuerda que hemos entrado ya en ese Octavario de Oración por la Unión de los Cristianos y de las Iglesias a las que pertenecen. Católicos, protestantes, ortodoxos y anglicanos, del diez y ocho al veinticinco de este mes de enero, vamos a rezar los unos por los otros, los unos con los otros para que podamos llegar a cumplir el mandato de Jesús que pedía a los suyos “Que todos fueran uno”, que superaran las divisiones y los enfrentamientos, que se amaran.
El próximo domingo, fiesta de los santos Timoteo y Tito, discípulos de San Pablo, atendiendo a las indicaciones del Papa Francisco, haremos mención del día de la Palabra de Dios. ¡Qué bueno es que hagamos caso de las indicaciones de María que, en las Bodas de Caná, decía: “Haced lo que él, Jesús, os diga”! Lo que nos dice, cada vez que celebramos la Eucaristía; cada vez que nos ponemos a la escucha de su Palabra. Una Palabra que está destinada a llegar a nuestro corazón.
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