
Domingo 20º Ordinario, ciclo B
- – Disputaban los judíos entre sí.
Es propio de los hombres discutir, criticar, murmurar. Lo hacían los judíos y lo hacen la mayoría de las personas. Pero, como cristianos, ¿es posible hablar mal del prójimo después de haber comulgado? ¿Es posible ser malos después de recibir el pan de la bondad? “¿Es posible que de una misma fuente brote el agua dulce y el agua amarga?” (Santiago 3,11). Debemos de cortar ya con una vida tan incongruente, tan postiza, tan de fachada. Jesús, al instituir la Eucaristía no sólo quería darnos “pan” sino también “levadura”. Cada encuentro con Jesús en la Eucaristía debería cambiarnos, convertirnos, transformarnos. Y, una vez transformados nosotros, transformar la sociedad. ¿Cómo es posible que llevemos años comulgando y se note tan poco en nuestra vida cristiana?
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