HOMILÍA
Poco a poco, los cristianos vamos recorriendo el camino de la Cuaresma. Llamados a hacer un examen de conciencia, descubrimos nuestros fallos, nuestros pecados, nuestra realidad necesitada de purificación. Sentimos el dolor por el daño causado a nuestro prójimo y eso nos lleva a hacer un firme propósito de la enmienda, de ser mejores. Llegado el momento, confesamos nuestros pecados y cumplimos la penitencia que nos ha sido impuesta. Vivamos con intensidad estos días previos a la Semana Santa, que celebraremos con un corazón plenamente renovado, abierto a Dios y a los demás.
La primera lectura la hemos tomado del libro de las Crónicas. Nos ha contado la experiencia que vivió el pueblo de Israel. Entregado al pecado y al mal, no hicieron caso de las advertencias que les iban haciendo los enviados de Dios, los profetas. Un día, fueron invadidos y llevados como esclavos al destierro. Pero, el amor que el Señor les tenía, hizo que el perdón se hiciera realidad, que retornaran a la patria y que el templo se pusiera de nuevo en pie. ¡Ojala que nosotros hagamos lo que el Señor nos está pidiendo en este tiempo cuaresmal! Su perdón es su regalo.
La segunda lectura, de San Pablo a los Efesios, nos ha recordado que “Dios es rico en misericordia.” ¡Ojala que los pecados no nos desanimen, que crezca la confianza, que nos acerquemos al Dios que, siendo rico en misericordia, nos está esperando con los brazos abiertos!
El relato del evangelio de Juan nos ha presentado una conversación que sostuvieron Jesús y Nicodemo. Este era un discípulo “oculto” de Jesús por miedo a los judíos. Seamos nosotros discípulos públicos y valientes de este Jesús. No tengamos miedo de manifestarnos como cristianos, de decir que vamos a misa, que cumplimos los mandamientos, que el amor es nuestro signo distintivo, que la cruz preside nuestra vida.
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