HOMILÍA
Atrás han quedado los meses de julio y agosto en los que muchos han aprovechado para tener unos días de vacaciones. El mes de septiembre que comenzamos nos habla, más bien, de vuelta a los trabajos y a las tareas escolares, a las catequesis de preparación para la primera comunión y para la confirmación. Dispongamos nuestro ánimo y nuestro corazón para asumir lo que el calendario nos dicta. Buenas son las vacaciones, es verdad, pero también el ponernos de nuevo manos a la obra y seguir creciendo como ciudadanos y como cristianos.
La primera lectura la hemos tomado del libro del Deuteronomio. Nos ha invitado a cumplir las normas, preceptos y mandamientos que el Señor pone ante nuestros ojos. No es cosa de quitar ni de añadir nada por nuestra cuenta. Si lo hacemos así, seremos la envidia de todos aquellos que nos contemplen y tendremos el gozo de saber que Dios está muy cerca de cada uno de nosotros. Bueno es que seamos un ejemplo para los más pequeños a los que estamos llamados a enseñárselos.
La segunda lectura, del apóstol Santiago, nos recordaba que debemos estar disponibles para acoger la Palabra del Señor. Y no solo para acogerla sino también y sobre todo para llevarla a la práctica. ¿De qué nos serviría conocer la voluntad de Dios o, simplemente escucharla, si no tuviésemos la intención de vivirla? Recordemos la última frase: “La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo”. Sepamos la doctrina y hagámosla nuestra.
Del relato del evangelio de Marcos guardemos en nuestra memoria las palabras de Jesús: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Que sepamos honrar al Señor con los labios y el corazón, con la palabra y las acciones buenas de cada día.
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