HOMILÍA
Ayer, cuando comenzaba la noche, los cristianos de todo el mundo celebramos la llamada “Vigilia Pascual.” Con una serie de ritos y símbolos proclamamos, a los cuatro vientos, la gran verdad que nos constituye a todos como comunidad cristiana, como Iglesia. En todos los lugares del mundo, donde hay cristianos, se ha empezado a oír el canto gozoso del aleluya y esas frases que tan bien conocemos: “Cristo ha resucitado. Cristo Vive”. Y lo decimos y cantamos en presente porque, el Cristo que salió del sepulcro, vive para siempre. Nuestra Fe se apoya en esa persona y en esa vida suya que ha vencido a la muerte.
Las lecturas de este día de Pascua repiten, una y otra vez, la palabra Resurrección. La primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos presenta a Pedro que, al frente de los Apóstoles, proclama el hecho de la Resurrección y comienza a usar otra palabra que, desde entonces, ha formado parte de la identidad cristiana: es la palabra “Testigos”. Jesús, no solo ha resucitado sino que, los que creemos en él, nos hemos convertido en testigos suyos, en testigos de su resurrección. En la segunda lectura, San Pablo recordará los cristianos de Colosas que, si hemos resucitado con Cristo, debemos buscar los bienes de allá arriba, es decir, debemos cambiar de vida.
El Evangelio nos ha presentado la visita que hicieron Pedro y Juan al sepulcro, en el que había sido depositado el cuerpo de Jesús, cuando recibieron la noticia de que ya no estaba allí. Lo que vieron al entrar les llevó al convencimiento de lo que Jesús tantas veces había dicho y ellos se habían negado a creer: la forma cómo encontraron el sudario y los lienzos y demás, les llevaron a la conclusión de que, realmente, había resucitado: “Vio y creyó, dice de sí, Juan. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.
Debe estar conectado para enviar un comentario.