« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
HOMILÍA
La muerte de nuestro Papa Emérito Benedicto XVI en este tiempo de Navidad nos ha de impulsar, no solo a rezar por él, sino también y sobre todo, a tratar de vivir estas celebraciones con la mayor intensidad posible. La tristeza por su muerte ha de dar paso al impulso por llevar a la práctica lo que él querría que hiciéramos. Hoy es el día del Bautismo de Jesús con el que terminamos este tiempo de Navidad. Dejaremos de ver al Jesús niño para centrarnos en un Cristo ya adulto que ha dejado atrás a su pueblo y a su madre y se ha ido en busca de Juan el Bautista.
Él le bautizará, no porque tuviera pecados de los que arrepentirse, sino porque quería comenzar así el gran periodo de su vida, breve pero intensa, en la que abundarían los milagros, las parábolas, la enseñanzas sublimes, el encuentro con todos y, de una forma especial, con los pobres, con los sencillos, con los enfermos para curarles, con los pecadores para hacerles sentir el perdón y la misericordia del Padre.
Tras el bautismo, se retirará, en un primer momento, al desierto. Allí fortalecerá su cuerpo y su espíritu, experimentará la tentación, saliendo de ella victorioso y triunfante. Buscará a esos amigos con los que compartirá mesa y mantel y a los que, llegado el momento, encargará que continúen su misión por todo el mundo.
Pero no adelantemos acontecimientos. Hoy estamos en el rio Jordán, contemplando el bautismo de un Juan Bautista que, consciente de su pequeñez frente a Jesús, parece negarse en un principio a bautizarle. Tras hacerlo, después de las palabras de Jesús, se escucharán otras, venidas del Padre de los cielos: “Este es mi Hijo amado en quien me complazco.” Bueno es que nosotros, a lo largo del año, hagamos nuestras las enseñanzas de este Jesús y que hagamos memoria de aquel bautismo que un día recibimos en su nombre y que nos compromete.