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PASCUA– 2015
MISTERIO DE ESPERANZA
Queridos amigos:
Os anuncio una gran noticia: ¡Cristo ha resucitado y vive!
Mi felicitación más sincera y gozosa al celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte. Sabemos que también nosotros resucitaremos, ¡anunciemos con alegría esta buena noticia!
Los cristianos seguimos afirmando nuestra esperanza en Cristo resucitado. Lo hacemos sin jactancia, porque tanto la resurrección como la esperanza en ella son pura gracia del amor de Dios.
Creer en el Resucitado es resistirnos a aceptar que nuestra vida es solo un pequeño paréntesis entre dos inmensos vacíos. Apoyándonos en Jesús a quien Dios resucitó, intuimos, deseamos y creemos que Dios está conduciendo hacia su verdadera plenitud el anhelo de vida, de justicia y de paz que se encierra en el corazón de la Humanidad y en la creación entera.
Creer en el Resucitado es rebelarnos con todas nuestras fuerzas a que esa inmensa mayoría de hombres, mujeres y niños, que solo han conocido en esta vida miseria, humillación y sufrimientos, queden olvidados para siempre.
Creer en el Resucitado es confiar en una vida donde ya no habrá pobreza ni dolor, nadie estará triste, nadie tendrá que llorar.
Creer en el Resucitado es acercarnos con esperanza a tantas personas sin salud, enfermos crónicos, discapacitados físicos y psíquicos, personas hundidas en la depresión, cansadas de vivir y de luchar. Un día conocerán lo que es vivir con paz y salud total, escucharán las palabras del Padre: “Entra para siempre en el gozo de tu Señor”.
Creer en el Resucitado es no resignarnos a que Dios sea para siempre un “Dios oculto” del que no podamos conocer su mirada, su ternura y sus abrazos. Lo encontraremos encarnado para siempre gloriosamente en Jesús.
Creer en el Resucitado es confiar en que nuestros esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no se perderán en el vacío. Un día feliz, los últimos serán los primeros y las prostitutas nos precederán en el Reino.
Creer en el Resucitado es saber que todo lo que aquí ha quedado a medias, lo que no ha podido ser, lo que hemos estropeado con nuestra torpeza o nuestro pecado, todo alcanzará en Dios su plenitud. Nada se perderá de lo que hemos vivido con amor o a lo que hemos renunciado por amor.
Creer en el Resucitado es esperar que las horas alegres y las experiencias amargas, las “huellas” que hemos dejado en las personas y en las cosas, lo que hemos construido o hemos disfrutado generosamente, quedará transfigurado. Ya no conoceremos la amistad que termina, la fiesta que se acaba ni la despedida que entristece. Dios será todo en todos.
Es algo maravilloso haber sido elegidos por Dios para custodiar la esperanza en el mundo. Particularmente en nuestro tiempo donde muchos hombres y mujeres, sin salida y desesperanzados, aguardan nuestro testimonio de la resurrección y de la vida.
Ayudémosles a que brote en ellos de nuevo la esperanza, el aliento por la vida, su integración en la sociedad, que olviden su desesperación antes que sea demasiado tarde, y así puedan encontrar el Camino, la Verdad y la Vida, que son los senderos que conducen a la felicidad.
Para todos vosotros os deseo Felices Pascuas.
Con cariño,
Fernando Jordán Pemán
Parroquia I.C. de María –Jaca –