« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
No nos extraña esa pregunta, entre irónica y despectiva, de Pilato a Jesús. Con manto de burla, cetro de caña y corona de espinas, más parecía un loco, que un rey. Al verlo tan derrotado, después de una noche de dolor, angustia y miedo, inspiraba compasión. A Pilato le hubiera gustado desentenderse de este hombre, que le resultaba problemático. Los judíos pedían su cabeza y el Gobernador se sentía comprometido: "Si sueltas a ese no eres amigo del Cesar. Todo el que se hace rey, va contra el Cesar".
Y en ese diálogo que transmite Juan, en el que el reo Jesús es el verdadero Señor, pregunta Pilato:
– "Conque ¿tú eres rey?"
– Soy rey. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad".
Un rey distinto
Confesada su realeza en aquel ambiente, –todos contra Él, atado, despreciado, humillado, pospuesto, pero sin que nada, ni nadie apague su mirada de amor–, se entiende que Jesús es un rey distinto.
Y así se lo dijo a Pilato: "Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia hubiera luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí".
– Hubo otras ocasiones para proclamarse rey. Cuando todos le seguían, después de la multiplicación de los panes y Él "conociendo que iban a venir para arrebatarle y hacerle rey, se retiró otra vez al monte Él sólo". (Ju. 6.15).
También hubiera sido un buen momento el Domingo de Ramos, cuando le gritaban las multitudes entusiasmadas: "¡Bendito el que viene, el rey en nombre del Señor!" (Lc. 19.38)
Pero Él, que había empezado su predicación diciendo: "Se ha cumplido el plazo, el reino de Dios está cerca: convertíos y creed en la Buena Noticia" y constantemente hablaba del reino de Dios, esperó a este momento para proclamarse como rey. Que nadie se equivoque.
Él quiere un reino de últimos, de pequeños, de servidores. Un reino al que llama a los pobres, los no violentos, los limpios de corazón, los llenos de misericordia. Un reino de amor, de verdad, de justicia y paz. Él había sido un buen testigo. Lo era, más que nunca, en este momento. Por eso dice con fuerza: "Yo soy rey. Para eso he venido al mundo”. Y parece que Pilato lo entendió. No quiso que cambiaran la inscripción de la cruz: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos".
Un reino en el corazón y en la vida
El reino en el corazón empieza el día del bautismo: "Si no renaces por el agua y el espíritu no entrarás en el reino de Dios”. (Jn. 3.4).
La gracia bautismal, que nos convierte en "otro Jesús", nos compromete a hacer el reino en la propia vida. "Despojaos del hombre viejo... y revestíos del hombre nuevo... Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia... Y, por encima de todo, revestíos de amor..."
Así se construye el reino en el corazón de cada cristiano.
Y lo vamos construyendo en la vida de cada día. Cuando Jesús nos enseña en el Padre Nuestro a pedir: "Venga a nosotros tu reino", nos está diciendo: manos a la obra, contando con la ayuda de Dios. Hay que hacer el mundo al estilo de Dios. El mundo que haría Jesús si viviera en mi casa, trabajara en mi oficina, compartiera el tiempo con mis amigos, se dedicara a la vida pública o frecuentara mi Parroquia.
Ese mundo es el que quiere Jesús que hagamos. "Buscad el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura". (Mt. 6.33)
Celebrar la Fiesta de Cristo Rey con los otros cristianos es impulsar este compromiso. Es un buen día para animar el trabajo de los seglares cristianos. "A los laicos pertenece, por propia vocación, buscar el reino de Dios, trazando y ordenando los asuntos temporales, según Dios". (L.G.33.3)
+Mons JOSÉ MARÍA CONGET