« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
VI DOMINGO ORDINARIO
«DICHOSOS LOS QUE AHORA TENÉIS HAMBRE»
Seguimos el itinerario de Jesús, conducidos por San Lucas. El Señor subió al monte, pasó la noche en oración y de madrugada, llamó a sus discípulos y eligió a Doce, a los que llamó Apóstoles. Para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar.
Al bajar al llano se encontró con la multitud de gentes, curó a muchos enfermos y empezó a enseñarles. Capítulo primero: las Bienaventuranzas. Sólo cuatro, no ocho, como Mateo. Pero más cortas, más directas, mucho más incisivas.
Felices los que sois pobres, los que pasáis hambre, los que sufrís, los maltratados por los hombres.
Pero ¡ay! de los ricos sin entrañas, de los hartos, de los que ríen siempre, de los que sólo oyen aplausos.
¿Es que Dios quiere la pobreza? ¿Está en contra del progreso económico? ¿Es malo el bienestar que todos perseguimos? ¿No es un sarcasmo decir que es feliz el hombre que vive en su miseria?
El corazón de Dios
Dios no quiere la pobreza. Lo que Jesús nos quiere decir en las Bienaventuranzas es que esos hombres abandonados de todos, sufridores, cuentan con el corazón de Dios.
Es como si el Señor les dijera a esas personas: a pesar de la miseria que acompaña vuestra vida, os llamo felices porque yo, vuestro Dios me preocupo de vosotros. Haré lo posible, en este mundo egoísta, para que vuestra vida cambie. Y sabéis que el cielo es ya vuestro.
Dios es al revés del mundo. Los que el mundo llama felices, porque no les falta nada, porque todo son halagos y aplausos, y viven indiferentes al mal del prójimo, ante Dios son unos infelices. Tienen que cambiar de corazón y meter dentro de su piel el corazón de Dios.
Y leemos este Evangelio en la jornada de 'Manos Unidas", que nos llama a luchar contra el hambre. En este momento en el mundo, millones y millones de hombres, podrían entender como dirigida a ellos la Palabra del Evangelio. Pobres de solemnidad, hambrientos de pan y de justicia, sufridores de todo tipo, gentes que lloráis con amargura... abrid los ojos a la esperanza, sentiros felices. ¡Dios os quiere!
Y nosotros y todos los que nos tomamos en serio la causa de los pobres, podemos decir:
Felices los pobres, tendréis quien se preocupe de vosotros.
Felices los que pasáis hambre, porque trabajaremos para que esto ter- mine.
Felices los que sufrís, os ayudaremos en vuestro dolor.
Felices, porque si la vida os ha tratado mal, aquí estamos los que creemos en la justicia de Dios, y unidos a toda la gente de buen corazón, os vamos a ayudar.
"Un sólo mundo, un proyecto común"
Este es el "slogan" de la Campaña contra el Hambre. El mundo es uno. Aunque sea alta la frontera que nos separa a los pueblos ricos de los pobres pertenecemos a la misma familia. Conocemos el hambre que pasan, la tasa altísima de mortandad infantil, que les falta el agua potable, que no tienen escuelas, ni hospitales, que se multiplican sus sufrimientos.
Y sabemos que somos dependientes unos de otros. Que aunque personalmente no seamos culpables, Occidente, los atropellos de la colonización, la imposición económica, la orientación de los mercados, la deuda asfixiante que no les deja levantar cabeza, el mercado de armas, el narcotráfico, etc... Están entre las causas de su situación. El mundo es uno.
Hagamos un proyecto común. No podemos pensar sólo en nosotros, en nuestro bienestar, en vivir mejor con los ojos cerrados a la miseria de los otros. Trabajemos por un Nuevo Orden Internacional, que tenga los ojos y el corazón abiertos a las necesidades de todos.
Dos objetivos de "Manos Unidas"
– Que crezca la conciencia de la situación de los pobres en el Tercer Mundo. Cuanto más abramos los ojos, más cerca tendremos el corazón.
– Ayudar en la lucha contra el hambre –de pan, de salud, de cultura, de Dios–, llevando a cabo Proyectos muy concretos que solucionen aquellos problemas.
Comprometidos con Manos Unidas podemos decir con los labios de Jesús: "Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados". Y escaparemos de la palabra condenatoria: "Ay de vosotros los ricos".
+ MONS. JOSÉ MARÍA CONGET