« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
HOMILÍA
Hemos escuchado las lecturas propias del tercer domingo de Pascua. Lecturas que nos siguen hablando de la Resurrección de Jesús, de sus apariciones a unos y a otros y de la tarea misionera que los apóstoles emprendieron por todo el mundo entonces conocido. El Cirio Pascual sigue presidiendo nuestras celebraciones como un recordatorio de que la Resurrección de Jesús es el hecho fundamental que nos reúne a los cristianos y para que no olvidemos nunca que también nosotros estamos llamados a no morir para siempre, a resucitar a una nueva realidad. El color blanco de la casulla del sacerdote es, además, otro signo que nos invita a vivir con alegría y con gozo nuestro ser cristianos, seguidores de Jesús.
La primera lectura la hemos tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles y hemos podido oír palabras del Apóstol Pedro que recuerda la muerte de Jesús en la Cruz pero también y, sobre todo, su resurrección, su vuelta a la vida. Reconoce que, muchos de los que participaron en la muerte de Jesús, lo hicieron por ignorancia y les invita ahora al arrepentimiento y a la conversión. El tiempo pascual encierra, dentro de sí, una llamada a buscar el perdón gozoso de Dios que lo derrama copiosamente sobre aquellos que se arrepienten.
La segunda lectura la hemos tomado de la primera carta del apóstol San Juan. Una idea parece que se destaca sobre las demás. Y es esta: No podemos decir que amamos a Dios si, a la hora de la verdad, no cumplimos sus mandamientos. No podemos enorgullecernos de que le conocemos, si vivimos alejados de su voluntad. En este tiempo pascual busquemos la voluntad de ese Dios que es vida y salvación para todos nosotros. Ese Dios que, a través del sacramento de la Unción de los Enfermos, quiere llenarnos de vida, de fortaleza, de ánimo, en esos momentos en los que, por la edad o la enfermedad, nos sentimos más frágiles y limitados. El próximo 13 de mayo, domingo, en la misa de las 12, administraremos el sacramento de la Unción de los enfermos a todos aquellas personas de la tercera edad que así lo soliciten.
En el relato del evangelio de San Lucas hemos visto a Jesús Resucitando apareciéndose a los suyos tratando de convencerles de que está realmente vivo, que le pueden ver y tocar; que, juntos, pueden comer de nuevo. Al final, Jesús les nombrará “testigos” de esa Resurrección, testigos llamados a anunciar la Buena Noticia a todos los confines de la tierra. Este mandato de Jesús lo asume cada cristiano. Todos estamos llamados a dar testimonio de Jesús con nuestra palabra y con nuestra vida, con la mente y el corazón. No nos basta con ser cristianos, con estar bautizados. Es necesario vivir como tales cristianos, conscientes de aquel bautismo que un día recibimos.