« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
DOMINGO DE RAMOS
Comienza la SEMANA SANTA y los que nos sentimos discípulos de Jesús queremos vivir, día a día, los pasos del Señor que camina de la Cruz a la Luz.
Queremos hacer nuestros deseos, con los que San Pablo inicia la Epístola de hoy: "Tened entre vosotros los sentimientos de una vida en Cristo Jesús" (Fil. 2.5). Sentir con Jesús, identificarnos con Él, entrar en lo más íntimo de su vida. Viéndolo con estos ojos de fe, podemos decir con el mismo San Pablo: "Me amó y se entregó a la muerte por mí" (Gal. 2.20)
Del viva al muera
Este es el gran contraste de la Fiesta en la Liturgia. Comenzamos acompañándole por las calles, con las palmas bien levantadas, como banderas de triunfo que agita el viento. "¡Bendito el que viene, como Rey en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en lo alto!"
Niños y grandes le cantamos por la calle. La ciudad o el pueblo se convierten en otra Jerusalén. Nos sentimos continuadores de aquellos judíos, que lo aclamaron entusiasmados.
Jesús, aunque sabía que estas manos que aplauden, se van a convertir en puños que hieren, estaba contento de este reconocimiento. Había venido en el nombre del Señor a anunciarles la salvación y era necesario que todos se enteraran.
Entraba en Jerusalén como Mesías humilde, montado en un borriquillo, que era el mayor signo de sencillez. No era el caballo enjaezado, que pisa con estrépito y hace que la gente se aparte. Era el animal doméstico, que se deja acariciar. Bajito, para que todos puedan contemplar de cerca y tocar al Señor.
Jesús veía con tanta naturalidad este triunfo, que para Él tenía toda la fuerza de una profecía. Por eso cuando unos fariseos se escandalizan de esta apoteosis triunfal, les dice en un tono enérgico: "Os digo que si estos callan, gritarán las piedras".
Todo terminó pronto, pero las calles se llenaron de este griterío, como un anuncio anticipado de la gloria de Jesús el próximo Domingo. Entonces sí que diremos: ¡Paz en el cielo y gloria en lo alto!
La Pasión del Señor según San Lucas
La decoración cambia al entrar en la Iglesia. Recogemos las palmas, Jesús terminará victorioso, pero antes tiene que pasar por la humillación de la Pasión y Muerte.
Los sacerdotes nos vestimos de rojo. Es el color del martirio. Las palmas han sido el signo de la victoria del amor. "Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo los amó hasta el extremo"
Hoy será muy breve la homilía. La Pasión es larga, conviene leerla completa y si la seguimos con interés no hay mejor sermón.
Es San Lucas, amigo y compañero de San Pablo, que parece que recibió las confidencias de la Virgen y de algún discípulo del Bautista, quien nos cuenta la Pasión. Le llamamos el "secretario de la misericordia de Dios", por los muchos detalles que cuenta en su Evangelio sobre el amor misericordioso de Jesús. Entre otras cosas, en el capítulo XV, nos cuenta la maravilla de la Parábola del Hijo Pródigo.
También al relatarnos la Pasión, destaca muchos gestos de misericordia. Un Ángel del cielo conforta a Jesús en Getsemaní. El Señor cura al criado a quién Pedro había herido en la oreja. Pedro pecador recibe la mejor caricia de su amigo Jesús: "El Señor se volvió y miró a Pedro... y Pedro se acordó de la palabra del Señor". Hasta la flagelación la relata como un intento noble de Pilato para salvar a Jesús de la muerte. La multitud que estaba en el Calvario se arrepiente: "se volvieron, golpeándose en el pecho". También describe la ternura de aquellas mujeres que lloraban al borde del camino. Desde la cruz perdona al Buen Ladrón y a todos sus verdugos.
Conclusión
Al final nos llevaremos a casa el ramo de olivo o la palma. La pondremos en sitio visible. Es la señal de que hemos acompañado al Señor. Seremos gente que lleva la paz y amor de Dios a la vida. Y será bueno, que hagamos nuestras las palabras de Isaías en la 2ª Lectura: "Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento". Cuánta gente necesita una palabra mía, un gesto de amor. Toda la Pasión se reduce a un gesto supremo de amor, del que queremos participar en la vida todos los cristianos.
Acompañaremos a la Virgen en esta Semana de dolor y con Ella nos alegraremos el próximo Domingo, cuando oigamos: "¡Ha resucitado! ¡Aleluya!"
+ MONS. JOSÉ MARÍA CONGET