« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
HOMILÍA
Tras la fiesta de Pentecostés, que celebramos el domingo pasado, hoy la Iglesia nos invita a dirigir nuestra mirada hacia la Santísima Trinidad, hacia Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. A lo largo del año litúrgico los cristianos venimos celebrando fiestas que nos hablan del amor del Padre de los cielos o en las que Jesús es el protagonista principal o aquellas en las que el Espíritu llega a nuestro corazón y a nuestras vidas. En este día, sin embargo, la Iglesia nos invita a considerar a las tres divinas personas en su conjunto, a caer en la cuenta de que Dios es trinidad de personas.
Cada vez que nos santiguamos, invocamos al Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo: cuando salimos de casa, cuando comenzamos una celebración de la eucaristía, cuando la terminamos, cuando un niño es bautizado, cuando el sacerdote nos absuelve los pecados en el sacramento de la Reconciliación, cuando los novios unen sus vidas y se intercambian las alianzas. Son muchas las ocasiones en las que elevamos nuestra plegaria al Dios Trinidad. Sigamos haciéndolo. No comprendemos, es verdad, este misterio que nos habla de tres personas distintas y un solo Dios verdadero, pero es bueno saber cómo es nuestro Dios y cómo nosotros estamos llamados, como cristianos, a formar una comunidad de vida y de amor a imitación de esa comunidad que forman las tres divinas personas.
Fue Jesús el que nos habló muchas veces del Padre de los cielos, del amor que nos tenía, de lo importante que éramos para Él. Incluso nos enseñó una oración para invocarle siempre que quisiéramos, la oración del Padre Nuestro. En muchas ocasiones, Él se presentó como Hijo de tal Padre y nos habló de su igualdad con Él: “Yo y el Padre somos uno”. Al final de su ministerio público, habló con claridad de la existencia de un Espíritu Santo que enviaría a los suyos cuando Él faltara. Un Espíritu que les recordaría lo que les había dicho, que les fortalecería, que les animaría, que les llevaría a la plenitud de toda la verdad revelada. Sus últimas palabras, tal como nos las recuerda el evangelista san Mateo fueron una mención expresa de la Santísima Trinidad: “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Vivamos inmersos en este misterio que nos envuelve. Recemos a cada una de las tres divinas personas por separado, o a todas ellas en su conjunto. Dios es comunidad de personas unidas por el amor y eso es lo que debemos ser todos nosotros a nivel familiar, como miembros de la sociedad y de la iglesia. Pidamos al Dios Trinidad que sepamos superar las divisiones y los enfrentamientos, que sepamos construir la unidad en la diversidad. Distintos, pero unidos por un mismo amor.