« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |

HOMILÍA
Las lecturas de este quinto domingo de Cuaresma nos hablan de la proximidad de la Semana Santa, de la cercanía de la Pascua de Resurrección. Precisamente éste ha sido el tema central de los textos bíblicos que nos han sido proclamados: la vida, la resurrección, la muerte que no es el final del camino para nadie. Jesús aparece como la vida, como el que tiene el poder de sacarnos del dominio de la muerte y llevarnos a una vida inmortal en la que ya no habrá dolor, ni sufrimiento, ni muerte. El “Jesús vida” completa las imágenes que veíamos de él en estos domingos pasados: el Jesús que calma la sed de felicidad en el caso de la samaritana; el Jesús luz que abre los ojos al ciego de nacimiento. Él es la luz, la vida, la felicidad que buscamos.
La primera lectura la hemos tomado del profeta Ezequiel. Él está en el destierro de Babilonia, acompañando la suerte de su pueblo. Ve a los suyos desanimados, sin futuro, sin ánimo para seguir adelante y luchar. Es como si estuvieran muertos, como se habitaran en los sepulcros. Y, como buen profeta, sabe que una de sus tareas fundamentales es infundir esperanza en ese pueblo desterrado. Es verdad que el presente es malo, les viene a decir, pero el Señor os quiere hablar de un futuro mejor en el que el destierro se acabará, en el que volveréis a vuestra tierra y lo recuperaréis todo de nuevo. También nosotros podemos estar viviendo una realidad de dolor, de sufrimiento, de desánimo. Dejémonos invadir por el espíritu de Señor que quiere también para nosotros un futuro mejor.
La segunda lectura la hemos tomado de la carta que San Pablo escribió a la comunidad cristiana de Roma. Les habla de la resurrección de Jesús y de la resurrección de todos nosotros. El espíritu del Señor no permitirá que caigamos en el vacío y en la nada, nos levantará del polvo, nos hará sentar a su mesa y nos hará participar en el banquete de la felicidad. La muerte, siempre dolorosa y triste, ha de ser vista por los cristianos como el paso obligado hacia una vida feliz junto a Dios y a tantos seres queridos que nos precedieron en el camino.
En el evangelio hemos escuchado el relato de la resurrección de Lázaro que tantas veces se nos anuncia en el entierro de familiares, vecinos y amigos nuestros. Un relato que guarda unas palabras que todos deberíamos aprender de memoria. Decía Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.” ¡Ojala que estas palabras llenen de esperanza nuestros corazones! Jesús es la vida. Pidámosle que sepamos ver la muerte con serenidad, que no perdamos de vista que, nuestros viernes santos particulares, están llamados a transformarse en mañanas radiantes de Pascua de Resurrección.