« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
HOMILÍA
El paso de los días va señalando la conclusión de este tiempo pascual en el que los cristianos venimos haciendo memoria del Jesús resucitado, del Jesús que está vivo, presente y actuante en nuestras vidas y en nuestras personas. El próximo domingo nos hablará ya de su ascensión a los cielos. Una fecha que, entre nosotros, está unida a la primera comunión de un grupo de niños y niñas de nuestra comunidad parroquial de Santiago. Vivamos estos pocos días que nos quedan del tiempo pascual con toda la intensidad posible. Pidamos al Señor que la imagen de Jesús Resucitado quede grabada con fuerza en nuestros corazones y en nuestro modo de actuar.
La primera lectura la hemos tomado del libro de los Hechos de los Apóstoles. En esta ocasión nos ha relatado el anuncio del evangelio en la ciudad de Samaria por parte del diácono Felipe y de cómo, los apóstoles, al enterarse de que los samaritanos habían aceptado la fe, decidieron enviar a Pedro y a Juan para que, imponiéndoles las manos, recibieran también el don del Espíritu Santo, completando así su proceso de integración en la comunidad eclesial. El buen trabajo de Felipe había conseguido sus frutos hasta tal punto que, según se nos dice en esta lectura, la ciudad entera se llenó de alegría.
Nosotros somos hoy los herederos directos de aquellos primeros cristianos y, como ellos, estamos llamados a llenar de alegría las vidas de aquellos que están a nuestro lado anunciándoles, con nuestra palabra y nuestras obras, la Buena Noticia de Jesús. Todos somos misioneros, a todos se nos encomienda la tarea de anunciar el evangelio. Vivamos con alegría y gozo nuestra fe, hagamos el bien, ayudemos a todos, compartamos lo que somos y lo que tenemos. Convirtámonos en evangelios vivientes que cualquiera pueda leer. Jesús llegará a las vidas de muchos a través de cada uno de nosotros. Y esta es una gran responsabilidad. Acompañémosla con nuestra plegaria por todos.
La segunda lectura la hemos tomado de la primera carta del Apóstol Pedro. Una frase destaca por encima de las demás. Decía el Apóstol: “Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere, pero con mansedumbre y respeto.” Dar razón de nuestra esperanza es hablar de Jesús, es vivir como Él vivió, es amar como Él lo hizo. Incluso cuando seamos atacados y ofendidos.
El relato del evangelio ha recogido unas palabras de Jesús que saben a despedida y a una doble promesa: por un lado, la promesa del envío del Espíritu Santo, del defensor que estará siempre con nosotros. Por otro, la promesa de la vuelta del propio Jesús que se va, pero que permanece de una manera especial en la Eucaristía y en el corazón de cada cristiano que sabe hacer de su vida una ofrenda de amor.