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XXVI DOMINGO ORDINARIO
EL RICO EPULÓN Y EL MENDIGO LÁZARO
La parábola no le pone nombre al rico. De siempre le llamamos "epulón", por la vida regalada con que se le describe: "Se vestía de púrpura y lino y banqueteaba espléndidamente, cada día".
El mendigo se llama Lázaro, que significa: "Dios ayuda". Es un pobre de solemnidad. "Estaba echado en el portal, cubierto de llagas".
La parábola describe:
– La distinta situación del pobre y el rico. Uno tanto y otro tan poco.
- La total indiferencia del rico. Sólo los perros se le acercan al pobre.
– El cambio de escenario en que se encuentran los dos, después de la muerte, contado con imágenes del A. T. Lázaro despierta en el seno de Abraham. El rico sufre de sed en el infierno. Un abismo separa los dos mundos.
– El diálogo del rico con Abraham. La súplica angustiada, la incomunicación entre el cielo y el infierno, la petición de ayuda para sus hermanos.
La parábola explica la sentencia del domingo pasado: "Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte os reciban en las eternas moradas".
Qué no es y qué es la parábola.
– No es una descripción de cómo se desarrolla la vida en el más allá. No lo pretendió el Señor. Toda la descripción está hecha con la teología de los viejos Profetas. Hay otras páginas del Evangelio para explicar el más allá.
– Tampoco es una palabra de consuelo para los pobres. Algo así como una invitación a la resignación, que dé pie al dicho marxista que "la religión es el opio del pueblo”.
– Es una llamada del Señor a saber usar bien de los bienes de este mundo. Una invitación a compartir. La parábola se puede entender como una glosa a la Bienaventuranza: "Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo" (Lc 6.20.24).
Tres apuntes prácticos al hilo de la parábola
- Ojo al riesgo de no identificarnos con el rico. La parábola lo describe con tal magnificencia. Amós, en la primera lectura, acentúa la riqueza de "los que duermen en lechos de marfil... os ungís con los mejores perfumes", que tal vez pensamos que eso es para esos prepotentes del dinero a chorros.
La parábola es una llamada a todos, porque es una invitación a compartir. Si el mundo se divide en ricos y pobres, –división siempre relativa–, nosotros, por vivir en esta Geografía del Norte de la tierra, por las muchas cosas buenas que tenemos, pertenecemos al mundo de los ricos.
Me pregunto: ¿Qué puedo compartir? ¿Quiénes son los Lázaros que me necesitan?
- Atención a los pecados de omisión. El rico no maltrató al pobre. Lo ignoraba. No hizo nada por él.
Cada día pedimos perdón en la Misa, también por los pecados de omisión. Por no hacer aquel bien que podríamos hacer.
Qué distinta sería la vida, si cada uno ponemos lo mejor que tenemos al servicio de los demás. Dar, florecer, compadecer, ayudar, compartir, acompañar... y sin pasar factura, sin esperar nada a cambio... es la ley común de la vida cristiana. Somos seguidores de uno que se llama Amor y ha querido hacer de su vida un regalo permanente.
- La fuerza de la Palabra de Dios. El rico asustado, quería visiones, apariciones, muertos que resucitan, que sacaran de su ignorancia a sus hermanos. "Tienen a Moisés y los Profetas: que los escuchen", fue la respuesta de Abraham. Nosotros tenemos, cada Domingo y siempre, la Palabra de Jesús. Ojalá la sepamos escuchar. Ella nos pone siempre en el camino de los otros.
+ MONS. JOSÉ MARÍA CONGET