« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
DOMINGO 32 TIEMPO ORDINARIO
Celebramos hoy la VI Jornada Mundial de los Pobres, que, con el lema «Jesucristo se hizo pobre por vosotros», pretende «ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente».
A la luz del Evangelio descubrimos que estos tiempos de crisis, marcados por la guerra y la subida de precios, que generan tanta incertidumbre y pobreza, no son tiempos para el lamento, la nostalgia y el desaliento, sino para confiar, esperar y comprometerse. «Este es el momento de no ceder y de renovar la motivación inicial», nos dice el papa en su Mensaje.
Con la mirada puesta en Jesús
Jesús nos alerta que los reinos de este mundo pueden provocar, como podemos comprobar, guerras, catástrofes y pobrezas: « ¡Cuántos pobres genera la insensatez de la guerra!». Sin, embargo, el Reino de Dios traerá paz y justicia para todos. Así trata Jesús de animar a sus seguidores a mantener viva la fe, la esperanza y el compromiso.
Tener la mirada fija en Jesús, el cual «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8,9). El mensaje de Jesús, su vida y sus obras, nos muestra el camino para discernir cuál es la pobreza que libera y cuál es la que esclaviza y roba vida. «Hay una pobreza que humilla y mata, y hay otra pobreza, la suya, que nos libera y nos hace felices».
«La pobreza que mata es la miseria, hija de la injusticia, la explotación, la violencia y la injusta distribución de los recursos», propia de la lógica del descarte. Sin embargo, la pobreza que libera es la que nos aligera el paso y nos muestra que la sencillez y la sobriedad generan vida y abundancia para quienes menos tienen. «El encuentro con los pobres permite (…) llegar a lo que realmente importa en la vida y que nadie nos puede robar: el amor verdadero y gratuito».
La hora del testimonio
« ¿Cómo dar una respuesta adecuada que lleve alivio y paz a tantas personas, dejadas a merced de la incertidumbre y la precariedad?». Se trata de dar una respuesta personal y comunitaria, pues «mientras más crece el sentido de comunidad y de comunión como estilo de vida, mayormente se desarrolla la solidaridad». Así lo expresa el papa en el Mensaje. Esto requiere que seamos comunidad de vida, bienes y acción.
Estamos llamados a ser comunidad de vida y de bienes, en la que «el amor recíproco nos hace llevar las cargas los unos de los otros para que nadie quede abandonado o excluido», compartiendo lo que tenemos con los que no tienen nada, pero acogiendo, al mismo tiempo, lo que nos puedan aportar: su trabajo, su pensamiento, su forma de hacer y de entender la vida. Comunidad de acción porque «frente a los pobres no se hace retórica, sino que se ponen manos a la obra y se practica la fe involucrándose directamente». Es un compromiso que nos afecta a todos y, por tanto, «nadie puede sentirse exceptuado de la preocupación por los pobres y por la justicia social».
El Mensaje de Francisco para esta Jornada nos insiste: «no se trata de tener un comportamiento asistencialista hacia los pobres, sino de hacer un esfuerzo para que a nadie le falte lo necesario». Pero sin olvidar que «no es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano».
Con perseverancia y paciencia
«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas». Lo importante es «perseverar»: no desviarnos del Evangelio; buscar siempre el reino de Dios y su justicia, no nuestros pequeños intereses; actuar desde el espíritu de Jesús, no desde nuestro instinto de conservación; buscar el bien de todos y no solo el nuestro.
Jesús es el fundamento de nuestra misión. Como comunidad y miembros de la sociedad civil necesitamos cultivar y perseverar en valores como la libertad, la responsabilidad, la fraternidad y la solidaridad. Y como discípulos de Jesús estamos invitados a tejer el fundamento de nuestro ser y de nuestro actuar en la caridad, la fe y la esperanza.
Partiendo el pan
Celebrar la eucaristía tiene pleno sentido en nuestra vida si se convierte en nuestro motor de acción. Compartir el pan y el vino en la mesa de la fraternidad cada domingo debería llevarnos a «seguir la pobreza de Jesucristo, compartiendo la vida por amor, partiendo el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas, empezando por los más pequeños, para que se cree la igualdad, se libere a los pobres de la miseria y a los ricos de la vanidad». ¡Que la pobreza de Jesús sea nuestra fiel compañera!