« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
FIESTA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
En este final del largo recorrido de la Pascua, la Iglesia nos invita a una oración contemplativa. Gloria, alabanza, adoración, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Hemos vivido tan cerca de Jesús, que hemos sufrido con su Muerte y su Resurrección nos ha llenado de alegría. Y en Pentecostés hemos sentido como nuestro el don del Espíritu Santo.
Por eso la Iglesia pone hoy en nuestros labios el Salmo 8. "¡Señor Dios nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra! ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él?"
El nombre de Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es el misterio de la Unidad y la Trinidad. Cuando los teólogos nos lo quieren explicar se les hace difícil. Hoy leemos en el Prefacio esta teología trinitaria: "Dios todopoderoso y eterno. Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un sólo Señor. No una sola Persona, sino tres Personas, en una sola naturaleza..." Pero cuando en la sencillez de nuestra vida decimos: "En el nombre del Padre del Hijo y del Es..." todo es más fácil. Dios nos ama, queriendo hacernos otro Jesús, por la fuerza del Espíritu.
"Cuando oréis habéis de decir Padre..."
Así nos enseña Jesús. A Él no se le caía este nombre de los labios. Es la primera palabra que le oyeron sus padres, cuando lo encontraron en el Templo con los Doctores y es la última palabra que pronunció: "En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu".
Ya sabemos que la palabra Padre, no expresa toda la relación de Dios con nosotros. Dios es siempre más. Pero el propio Jesús no encontró otra palabra más apropiada para hablarnos de su Padre.
Acabo de leer un libro bonito, escrito por una mujer teóloga: "Dios también es Madre". Y esta autora, madre de familia, recogiendo una corriente de pensamiento, reclama para Dios el nombre de Madre. Ya le llamó así en una Catequesis el Papa Juan Pablo I, que tuvo un Pontificado muy breve. Con las palabras de Isaías, solemos decir que Dios es Padre, con corazón de Madre: "¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque esas llegasen a olvidar, yo no te olvido". (Is. 49.5)
Si te gusta llamarle madre, no tengas reparos. A mí me gusta llamarle Padre y sentir su grandeza, (como hoy lo dice la primera Lectura). Pero sobre todo me encanta saber que me conoce, me quiere, me aguanta, me perdona. "Pero a mí, que estoy siempre contigo, de la mano derecha me has tomado, me guiarás con tu consejo, me llevarás a la gloria”. (Sal. 73.23)
"Estamos en paz con Dios por Jesucristo"
"Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna". (Jn.3.16). Así se lo dijo el propio Jesús a Nicodemo. Nosotros creemos en Jesús. Dios y hombre verdadero. Cada Domingo lo repetimos en Credo: "Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero..."
Pero aunque es tan grande lo sentimos cercano, amigo, compañero de viaje. Sentimos que es la mejor Palabra que podemos oír, un Pan siempre tierno que nos sacia, una luz que nos guía, un brazo que nos sostiene. Le llamamos "Emmanuel - Dios con nosotros". Y siempre nos deja perplejos aquel grito de San Pablo: "Me amó y se entregó a la muerte por mí" (Gal. 2.20).
Y aunque le vamos conociendo cada día un poco más y nos parece que le queremos más y mejor, cada día nos hacemos aquella pregunta de San Pablo: "Señor, ¿quién eres?. ¿Qué quieres que haga?
Jesús creo en ti. ¡Ayuda mi poca fe!
"Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena"
Esta circularidad de Dios se completa con el Espíritu Santo. Contemplamos las tres Personas en el momento de la Encarnación: Dios le anuncia a María, que será la Madre de Jesús por obra del Espíritu Santo. Lo vemos en el momento del Bautismo, en el Jordán. (Lc. 1.26-38; 3.21-22).
Y en el Evangelio de hoy, se nos anuncia que nos vendrá el Espíritu. Dios cumple su promesa y sigue enviando a la Iglesia el Espíritu de la verdad, de la fortaleza, del amor.
Necesitamos el Espíritu Santo. Cada día que el Evangelio nos propone el Programa de Jesús, nos preguntamos como María: "¿Cómo será esto?" No oímos la respuesta consoladora: "El Espíritu vendrá sobre ti"
Creer en la Trinidad no es un capricho intelectual, una curiosidad ante el misterio.Es saber que Dios nos quiere y nos hace nuevos Cristos, por la fuerza del Espíritu Santo.
Justo es que en este Domingo la Iglesia cante agradecida la gloria de la Trinidad.
+MONS. JOSÉ MARÍA CONGET