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VI DOMINGO DE PASCUA
Seguimos con el Cristo Pascual, en la sobremesa de la Última Cena. Es la hora de la despedida y Jesús quiere que nada se le quede en el tintero. Aunque luego el Espíritu Santo aclarará y completará muchas cosas.
Leemos, despacio, el Evangelio. Seguro, que nos sugerirá muchas cosas. Merece la pena subrayar algunas, importantes para nuestra vida de cristianos.
- Guardar su Palabra.
Si alguno me ama guardará mi palabra y mi Padre le amará...". Siempre vale el refrán: "Obras son amores..." O aquella Palabra de San Juan: "Hijos mío, no amemos de palabra, ni de boca, sino de obras y según verdad". (1 Jn. 3.18).
Él siempre pide fidelidad. El creyente es alguien que se fía del Señor, está atento a su Palabra y quiere cumplirla al detalle.
La Palabra me llega desde la sinceridad de mi conciencia, desde el Evangelio, ¡Palabra del Señor!, y desde la orientación de la Iglesia. Y con un corazón educado en la fe, la vida es, también, en mil momentos, llamada del Señor.
Y porque soy fiel, Dios me ama y en esa fidelidad está mi grandeza. El "Has encontrado gracia a los ojos de Dios", que oyó la Virgen. Jesús lo comentó, respondiendo a un gran piropo, que le dijeron a su Madre. "Dichoso el vientre que te llevó... Más bien dichosos, los que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc. 11.28). María fue grande por ser Madre y por ser fiel.
Por eso, el primer deseo de un cristiano es hacerse discípulo, que oye la Palabra de Jesús. "Mañana, tras mañana, despierta mi oído, para escuchar como los discípulos", (Is. 50.4). Esto se dice del Siervo de Yavé.
Tengo que decir, muchas veces, como el joven Samuel: "Habla, Señor, que tu siervo escucha".
Y seguiré rezando en el Padre nuestro: 'Hágase tu voluntad aquí en la tierra...". Quiero guardar, siempre y en todo, la Palabra del Señor.
- Soy morada de Dios
En el Antiguo Testamento, se habla de la "Tienda del Encuentro". Allí se hacía presente Dios y le hablaba a Moisés "cara a cara, como habla un hombre con su amigo". (Ex. 33.7-11).
Y Yavé, dice la Biblia, que se hacía presente en medio del Pueblo: "Yaveh, Rey de Israel, está en medio de ti y no temerás ningún mal". (Sof.3.15).
Pero la Palabra de Jesús, en esta confidencia de la sobremesa, nos habla de una presencia, personal e individualizada, en la vida del creyente: "y vendremos a Él y haremos morada en él".
Es un misterio. Animo mi fe. A esta presencia del "Emmanuel–Dios con nosotros", llaman los teólogos, "inhabitación" de la Trinidad.
San Pablo, que tenía mucha experiencia, lo tradujo a estas palabras, hablando a los Corintios, que no habían podido recibir mucha catequesis y algunos olvidaron su Bautismo: '¿No sabéis que sois santuarios de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?" (1Cor. 3.16).
Y el mismo San Pablo en el colmo de su alegría cristiana, en medio de dificultades, gritaba. "No soy yo el que vive. Es Cristo el que vive en mí". (Gal. 2.20)
Desde esta perspectiva de fe, el cristiano que vive en medio del mundo sobre todo el seglar, que apenas puede pisar entre semana la Iglesia, ni oye campanas, ni encuentra ningún símbolo religioso, sabe que toda la vida es para él un Templo. Dios camina en él y con él. En todo lo que lleva entre manos, igual en la fábrica, en la oficina o en la cocina, puede ejercer el sacerdocio de los fieles. Todo lo puede convertir en alabanza y gloria del Señor.
En un mundo secular, está llamado a ser Catedral de Dios. No se puede conformar con menos. Que Dios vaya contento en nosotros. Y "que vean los hombres vuestras buenas obras y den gloria al Padre celestial".
- Preparamos Pentecostés
Caminamos hacia la Ascensión y Pentecostés y el Señor nos habla del "Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre y que será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho".
Como los Apóstoles, que rezaban con María, para que viniese el Espíritu Santo, así rezaremos nosotros, por todas las intenciones de la Iglesia.
Terminamos deseándonos esa PAZ, que nos promete el Señor, en su despedida.
+ MONS. JOSÉ MARÍA CONGET