« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
HOMILÍA
Celebra hoy la Iglesia una de sus fiestas más importantes, la fiesta que recuerda la Ascensión de Jesús a los cielos. Tras la resurrección, Jesús estuvo con los suyos durante cuarenta días, al cabo de los cuales se despidió de ellos, no sin antes darles las últimas instrucciones. Esta fiesta está unida, entre nosotros, a otro acontecimiento que afecta a los más pequeños de nuestra comunidad y a sus familias porque, en este día, se celebran las primeras comuniones, ese primer encuentro de los niños con el Jesús Eucaristía, el Jesús que, antes de desaparecer de la vista de los suyos, inventó el modo de quedarse entre nosotros en el pan y en el vino que siempre podemos recibir.
La primera lectura la hemos tomado del comienzo del libro de los Hechos de los Apóstoles. Jesús se va, reúne a los suyos, les habla con la boca y el corazón, recordándoles que muy pronto van a poder acoger al Espíritu Santo que les dará fuerza para anunciar el evangelio. Los apóstoles se convertirán así en testigos de Jesús, en testigos de su resurrección. También nosotros hemos recibido el Espíritu Santo cuando fuimos confirmados. También en nosotros existe esa fuerza que nos capacita para ser testigos de Jesús, de su evangelio, de su mensaje de amor. Pidamos al Señor que nos haga tomar conciencia de nuestra misión, de la tarea que como cristianos tenemos encomendada. El Jesús que se va, deja en las manos de los suyos la misión de hacerle presente en todos los ambientes y lugares. No defraudemos la esperanza que él ha puesto en nuestras manos.
La segunda lectura nos ha venido de la mano de San Pablo en la carta que escribió a la comunidad cristiana de Éfeso. Pide para ellos espíritu de sabiduría y la luz necesaria para comprender el misterio que se encierra en la persona de aquel Jesús que, tras pasar por esta vida haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal, ascendió a la derecha de Dios Padre y, desde allí, con todo el poder y fuerza, vela por la Iglesia, por los cristianos. Pidámosle que no nos deje de su mano, que sepamos llenar de gozo nuestro corazón
El relato del evangelio de Mateo nos ha recogido la invitación, el mandato, de anunciar a Jesús, no solo a los que están cerca sino también a aquellos que están lejos. El mundo entero es nuestro campo de trabajo. Todo ser humano está llamado a conocerle. Bueno es que algunos se sientan llamados a dirigirse a tierras lejanas y bueno es que, desde aquí, todos y cada uno de nosotros, apoyemos con nuestra oración a los que están en primera línea del frente misionero. Bueno es, finalmente, que sintamos la necesidad de convertirnos en misioneros de nuestra propia gente con la palabra y con el testimonio de vida. Un día nos dirá ¿qué habéis hecho del evangelio que os entregué?