« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |

HOMILÍA
Hoy, los cristianos de todo el mundo, estamos de fiesta, de fiesta grande, la que más de todo el calendario. En este domingo celebramos el acontecimiento central de nuestra fe: la resurrección de Jesús. Y es tan importante este hecho que la fiesta se va a prolongar durante cincuenta días, el llamado Tiempo Pascual. Cada instante de este tiempo vamos a ser llamados a alegrarnos, a sentir el gozo de ser cristianos, discípulos de aquel que ha vencido al pecado, al mal y a la muerte. Lo ocurrido con Jesús está llamado a suceder con cada uno de nosotros.
Vivamos con alegría nuestra fe. ¡Cuántas veces los cristianos damos la impresión de tristeza, de aburrimiento, de cansancio a la hora de seguir a Jesús! Vivimos una fe que no entusiasma, que no contagia, que no arrastra. En este tiempo pascual estamos llamados a descubrir el gozo de creer, de celebrar, de sentirnos familia cristiana. Digámonos a nosotros mismos muchas veces durante estos días: Jesús ha resucitado, Jesús vive y, si yo me siento creyente en él, es porque le siento vivo dentro de mi. Vivo en la Iglesia. Vivo en todos los que dan lo mejor de sí mismos. Vivo en tantas personas buenas que saben vencer el mal a fuerza de bien. Vivo en tantos misioneros que le anuncian. Vivo en la Eucaristía, en el sacramento del perdón. Vivo en medio de esa comunidad con la que comparto mi fe.
Él está vivo hoy. Él camina a mi lado tanto en los buenos como en los malos momentos de mi existencia. Él me llena de esperanza cuando tantas cosas a mí alrededor me empujan al pesimismo. Él me anima a no tener miedo de mis viernes santos particulares porque, detrás de todos ellos, estará siempre la mañana radiante de una pascua de resurrección. Él me impulsa a ser, para los demás, resurrección y vida, es decir, a llenar de gozo y de alegría la vida de mis semejantes. Él quiere que yo sea feliz, que disfrute de todas las cosas buenas y que haga todo lo posible para que, a mí alrededor, crezca la esperanza y los hombres se sientan mejores.
Así les decía la madre Teresa de Calcuta a las religiosas de su orden: “que nadie se acerque a vosotras sin que se vaya mejor y más feliz. Sed un signo vivo de la bondad de Dios”. Que estas palabras constituyan para todos nosotros un programa de vida para este tiempo pascual. Que seamos para todos un signo vivo de la bondad de Dios y que todo el que se encuentre con nosotros se vaya mejor y más feliz. Vamos a pedírselo así al Señor.