Categoría: "PLEGARIAS"
HABLANDO CONTIGO, SEÑOR
Era de noche, Señor, cuando te encontraste con Nicodemo y tuvisteis una larga y fecunda conversación. Él te admiraba, pero no se atrevía a proclamarse discípulo tuyo en público. Tú le anunciaste que serías elevado sobre la cruz por amor a unos hombres que, en muchas ocasiones, preferían las tinieblas a la luz; que no habías venido a juzgar y a condenar, sino a salvar.
Yo también quiero encontrarme contigo y hablarte y contarte mi vida y pedirte ayuda, comprensión y perdón. Quiero ser discípulo tuyo abiertamente, sin miedo a nada ni a nadie. Busco la luz que viene de ti, que eres tú. Que no juzgue ni condene a nadie. Que a todos les muestre, con mi vida y mis palabras, que eres el Salvador… de ellos y mío. Amén
MI CASA DE ORACIÓN
Hoy Jesús, en el evangelio, nos muestra su rostro más serio y más duro cuando ve como han convertido en un mercado el templo, su casa de oración. Y se enfada porque se está poniendo mucho en juego. Lo más sagrado para él es el encuentro del hombre con Dios que se realiza, de un modo muy especial, en el templo, lugar de recogimiento y oración.
Hoy es bueno que pensemos en esto que nos dice Jesús: "Mi casa es casa de oración". Quizás está pensando en las personas que, muchas veces, usamos la iglesia como medio para nuestros intereses; quizás está pensando en todos esos hijos suyos que frecuentamos los sacramentos y todavía no nos acabamos de convencer de que, lo verdaderamente importante, es servir sin ser visto, sin sacar tajada, sin que nadie lo note.
TRANSFIGURADOS
¡En este día de tu Transfiguración, Señor, quiero mirarte sin cegarme y no dilapidar nunca ni mi fe ni mi esperanza! ¡Sé mi luz siempre, Señor! ¡Y muéstrame, Jesús, tu rostro transfigurado que se hace presente en los enfermos, en los pobres, en el enemigo, en la sed, en la humillación, en el hambre, en la desolación… para que, cuando te reconozcamos, llegue la luz a nuestras almas y seamos capaces de amar todas las realidades que nos rodean, olvidándonos de nuestros problemas, para pensar en los de los otros a los que Dios también ama!
AL COMENZAR LA CUARESMA
Tres palabras, Señor, guían con frecuencia mi vida: Tener, poder y ganar a cualquier costa. Las tres alimentan mi egoísmo, me separan de Ti y pueden hacer daño al prójimo. Hay una cuarta que tú me propones al comienzo de esta Cuaresma: Servir. Ayúdame, Señor, a convertirme, a pasar de pretender ser servido a buscar primero el bien de mis hermanos. En ellos, me esperas Tú. Ayúdame a encontrarte en este tiempo cuaresmal.
ORACIÓN CONTRA EL HAMBRE
Oh Dios, que nos confiaste los frutos de la creación para que cuidáramos la tierra y nos nutriéramos de su generosidad. Nos enviaste a tu Hijo a compartir su propia carne y sangre y a enseñarnos tu Ley de Amor. A través de su muerte y resurrección nos has formado en una sola familia humana.
Jesús mostró una gran preocupación por aquellos que no tenían qué comer; incluso transformó cinco hogazas de pan y dos peces en un banquete que alimentó a más de cinco mil personas. Venimos ante ti, oh Dios, conscientes de nuestros fallos y fracasos, pero llenos de esperanza, a compartir el alimento con todos los miembros de esta familia mundial.
A través de tu sabiduría, inspira a los líderes de los gobiernos, a los empresarios y a todos los ciudadanos del mundo, a encontrar soluciones de caridad y justicia para asegurar el derecho de todo ser humano al alimento. Así oramos, Oh Dios, para que en el momento de presentarnos ante Ti en el Divino Juicio, podamos proclamarnos como parte de “Una sola Familia Humana” con “Alimentos para todos”. Amén.
CÁRITAS