Categoría: "REFLEXIONES"
ALEGRÍA EN TIEMPO DE CRISIS
Queridos amigos:
¡Con qué rapidez las páginas del calendario y las saetas del reloj nos anuncian que estamos en Pascua! La primavera nos invita a disfrutar del buen tiempo y a contemplar el nuevo vestido con que se engalana nuestra madre tierra. Nuestras vidas se contagian del ambiente del entorno y la alegría se manifiesta a borbotones con el grito de vida diciéndonos: “No está aquí, ha resucitado”. (Lc. 24,6)
La Pascua es esperanza y alegría. No hay motivo para la tristeza, aunque haya motivos para estar preocupados por las crisis tan diversas que asolan muchos corazones y vidas que se encuentran enganchadas en el dolor, el paro, la marginación…, todo tipo de adversidades inherentes a la vida humana.
EN EL ATRIO DE LOS GENTILES
Queridos amigos:
Como en años anteriores quiero acercarme a todos vosotros a través de la ventana de la Cuaresma, para poder llegar juntos a ver con mayor claridad la fiesta de la Pascua.
El recorrido de cuarenta días que tenemos por delante se puede hacer pesado si lo vivimos como la “losa” del ayuno, oración y limosna; pero puede hacerse liberador si ponemos en nuestros labios la Palabra de Dios y en nuestro corazón el amor a Dios y al prójimo.
Por muchas limosnas, ayunos y oración que hagamos no podremos mejorar a Dios, es perfecto. No se trata de eso. Pero podemos mejorar nosotros si nos liberamos de tantas esclavitudes que nos atenazan y oprimen. Entonces viviremos desde la ofrenda y la alegría como un don, sabiendo que queremos vivir el seguimiento a Jesucristo con su mismo estilo.
En el “atrio de los gentiles” de hoy, donde se da culto a tantos dioses, donde el Evangelio se queda en muchos momentos en una expresión tal vez vacía más que en una vivencia; a nosotros, en cuanto creyentes, se nos ofrece en este tiempo cuaresmal la posibilidad de reflexionar sobre la “nueva evangelización”, y poner de manifiesto la audacia de los cristianos de no renunciar nunca en la búsqueda de los caminos para crecer en el seguimiento a Jesucristo en tiempos nada fáciles.
SIGUE NACIENDO
Al acercarse esta Navidad quiero saludaros y desearos unos días cargados de alegría y amor en todos vuestros hogares.
Las palabras del profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz, a los que habitaban en tierra de sombras, una luz les brilló” (Is.9, 1), siguen siendo actuales para nuestro tiempo y para nuestra sociedad, pues también nosotros caminamos en tinieblas y sombras con preocupaciones, temores, dudas, soledades y crisis de diversos tipos.
Nuestra sociedad está amenazada por la pobreza, la crisis de valores, la ausencia del Dios liberador en muchos de los corazones. Vivimos en un tiempo en que se habla de igualdad, libertad y respeto al otro y, sin embargo, la tristeza sigue anidando en muchos ancianos solos, en jóvenes transeúntes y en corazones de niños a quienes les falta el calor de los padres. Muchos jóvenes, que han terminado sus estudios o que están en la búsqueda de su primer empleo, miran el futuro sin esperanza por falta de oportunidades de trabajo remunerado y viven sin horizontes con el riesgo de no llevar una vida tranquila y digna. Sus vidas están en riesgo, lo mismo que la de sus familias. La naturaleza gime con dolor por la violación de sus recursos, de sus entrañas, de su propia dignidad.
¿DÓNDE VIVES?
Esta pregunta que le dirigieron a Jesús (Jn.1, 38-39) se ha hecho popular en nuestros coloquios callejeros cuando nos encontramos con amigos que sólo vemos de vez en cuando. Lo podemos dirigir a cada uno de los que se encuentran sin techo y también nos lo podemos aplicar a nosotros en este tiempo de Adviento.
En esta época marcada por las grandes transformaciones, en las que caen rápidamente ideologías que parecía que podían resistir el desgaste del tiempo, y en el que descubrimos que todo se va modificando, sólo queda la presencia amorosa del Padre al darnos a su Hijo. Los hombres y mujeres de comienzo de este siglo cambiante, también le preguntamos al Señor: ¿dónde vives?
La pregunta siempre se vuelve hacia nosotros: de “interrogadores” pasamos a ser “interrogados”, de “buscadores” nos descubrimos “buscados”. Esta es la razón fundamental de este tiempo de Adviento, que consiste en esperar en ese amor gratuito con Alguien “que viene” y “que vive”.
ALEGRAOS EN EL SEÑOR
Queridos hermanos:
En este tiempo de Pascua quiero acercarme a cada uno de vosotros, jóvenes y ancianos, sanos y enfermos, para hablaros al oído y deciros en plena calle: “Alegraos en el Señor” (Fil. 3,1).
Quizás me digáis que no hay muchos motivos para la alegría en esta sociedad del paro, de la crisis económica, de las guerras e incluso de las sombras que cubren el corazón de muchas personas por mil motivos. A pesar de que haya razones para estar preocupados, no las hay para estar tristes, ya que ¡Cristo ha resucitado!
Quien abre los sentidos y canta a la vida, quien cree en la Resurrección es afortunado y, en consecuencia, no puede sino contagiar gozo y alegría en este valle de lágrimas. La alegría auténtica está unida a la fe y nadie nos la podrá quitar ya que nace del encuentro con la Vida que abre nuestro futuro a la esperanza: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10,10). Por eso, la alegría no es una conquista, ni fruto de una fórmula para saber vivir, ni consecuencia de unas recetas preestablecidas, sino que es un don que nos regala el Señor de la Vida, el Resucitado.