« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
25 DOMINGO ORDINARIO
Esta parábola de un administrador injusto siempre nos sorprende. ¿Cómo puede Jesús ponernos como modelo de conducta a un estafador?
Pero las parábolas no pretenden ser una lección de moral en todos sus detalles. Siempre hay que encontrarles la moraleja, que es lo que importa. Y en este caso el mismo Jesús quiere que saquemos la conclusión de la parábola. "Los hijos de este mundo, son más astutos con la gente, que los hijos de la luz".
Un administrador sin escrúpulos
Este es el protagonista. Administraba los bienes de su amo, derrochándolos alegremente. Lo denunciaron. Y el Señor le pidió cuentas de su gestión. Y el criado practicó descaradamente la corrupción. Fue rebajando sistemáticamente la deuda de la gente y así el día de mañana esta generosidad con los deudores de su amo, le reportaría beneficios al administrador. Un hombre tramposo, pero calculador. Viene a ser un anticipo de lo que llamamos el tráfico de influencias.
Se enteró el dueño de las trapisondas de su criado y reaccionó de una manera distinta de lo que podíamos esperar. Seguramente que lo echó de su trabajo, pero se maravilló de la inteligencia con que había actuado. Y dice el Evangelio que "el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido".
Y ahí nos llega la conclusión de la parábola: que en las cosas del Reino de Dios, hemos de proceder con esa inteligencia de los hijos de las tinieblas. Jesús no elogia, como es claro, la estafa. Alaba la astucia, invitándonos a que sea ésta nuestra actitud ante la vida de seguidores suyos. Ya lo había dicho antes, cuando envió a sus discípulos a predicar y les previno de las dificultades que encontrarían: "astutos como serpientes y sencillos como palomas" (Mt. 10.16)
Dos conclusiones evangélicas
a) " El que es de fiar en lo menudo, también en lo importante es de fiar". A los ojos de Dios, en comparación de los bienes eternos, todo lo que llevamos entre manos es menudo: trabajos, estudios, afán de cada día. Siempre somos administradores y es necesario que todo lo hagamos bien. San Juan de la Cruz nos recuerda que "en la caída de la tarde seremos examinados de amor".
Y el amor lo tiene que llenar todo en nuestra vida. Lo grande y lo pequeño: el trabajo, la convivencia, la preocupación por los otros. En nuestro mundo estamos muy hechos a la chapuza, a salir del paso de cualquier manera. Pero la chapuza no tiene cabida a los ojos de Dios. El "Sed perfectos..." del Evangelio vale, también, para la tarea de cada día.
Para ser santos no hay que hacer maravilla. Basta hacer sencillamente bien todo lo que llevamos entre manos, llenándolo siempre de amor. Toda la vida, hasta la enfermedad, lo que nadie quiere, vivido con amor, es rentable a los ojos de Dios. Esta es la astucia, la inteligencia, que nos recomienda el Señor, para que seamos hijos de la luz.
b) "No podéis servir a dos amos... a Dios y al dinero". El dinero es necesario e importante. Pero este Evangelio lo califica de injusto. No porque injustamente lo hayamos ganado, sino porque en un mundo de tantas injusticias y pobrezas, de gentes que no tienen nada, que mueren de hambre... todo dinero tiene el color de la injusticia. Por eso nos dice el Señor: "Ganaos amigos con el dinero injusto, para que cuando os falte, os reciban en las eternas moradas". Tenemos que hacer del dinero moneda para el cielo.
Ojo al dinero. No se puede convertir en un ídolo. No puede hipotecar nuestra vida. Se decía de un rico: "Era tan pobre que no tenía más que dinero".
Tenemos que usar el dinero con astucia evangélica. Ganándolo con honradez. Con gran sentido de la justicia y del amor. Repartiéndolo con generosidad... Un discípulo de Jesús, que quiera hacer rentable su dinero a los ojos de Dios, el verbo que mejor conjuga es el compartir.
Que nos lo enseñe Santa María, mujer de total generosidad.
+MONS. JOSÉ MARÍA CONGET