« PLEGARIA EN EL 2º DOMINGO CUARESMA |
XIX DOMINGO ORDINARIO
Los versículos iniciales del evangelio de hoy (vv.32-34) continúan el tema del domingo pasado, pero lo formulan en positivo: en vez de prohibir acumular riquezas, exhortan a desprenderse de ellas. Esta invitación establece un nexo entre la confianza y la vigilancia que nos hace mirar el presente con los ojos puestos en el futuro.
El cristiano no es un utópico, un soñador que vive desconectado del presente y de su realidad compleja. El cristiano vive el realismo presente, las tareas de cada día, los proyectos, las luchas por la vida y la supervivencia de tantos hombres. La vida o se vive en presente o no se vive.
El presente es lo único a nuestra disposición, porque el pasado ya pasó y el futuro carece todavía de consistencia propia. El presente es la tierra que piso, la familia donde crezco, la oficina donde trabajo o el campo donde cultivo frutos. Nuestra mirada ha de estar puesta en lo presente, no evadirnos, asumir la realidad y no encerrarnos en nuestras propias conchas, pero abriéndonos siempre al futuro que paso a paso se convierte en presente
La vigilancia no es una opción
El futuro del hombre es imprevisible. El meteorólogo puede prevenir el tiempo, aunque tenga riesgo de equivocarse. El economista puede prever la inflación del país, con mayor o menor aproximación. Pero la historia del hombre es imposible preverla, porque es una historia de libertad. Libertad del hombre, y libertad de Dios. ¿Quién puede saber lo que harán los hombres mañana? ¿Quién puede prever los designios de Dios para el futuro inmediato y remoto? La imprevisibilidad del futuro reclama vigilancia. Jesús nos enseña con varias comparaciones cómo nuestra fe ha de ser despierta y vigilante:
– El mejor “banco” para guardar nuestras posesiones es el cielo, “donde no se acercan los ladrones ni roe la polilla”, porque “donde está vuestro tesoro, allí está también vuestro corazón”.
– La actitud de los criados que aguardan la vuelta del amo, que se ha ido a una fiesta.
– La del dueño de casa que no sabe cuándo pueden venir los ladrones.
– La del administrador que debe estar preparado a rendir cuentas de su gestión en cualquier momento.
Vivir mirando al futuro
Humanamente, pensamos en el futuro de la familia, hacemos planes, calculamos la jubilación que nos puede quedar con esa empresa de seguros... pero ¿vivimos despiertos también en nuestra fe? ¿Trabajamos por crecer en la vida cristiana, pensando en el futuro? ¿Pensamos que también nos pueden robar esa fe, o que nos pedirán cuentas de ella?
Vigilar significa no distraerse, no amodorrarse, no instalarse. Saber tener las lámparas encendidas para el encuentro con el Señor, poniendo la mirada en los “bienes de arriba”. Saber estar despiertos, sin angustias ni obsesiones, sabiendo caminar como peregrinos que esperan el Reino, pero construyendo un mundo mejor ya ahora.
En confianza
El mensaje clave que transmiten las tres lecturas lo podríamos encerrar en la expresión “por fe”, y desde ella vemos que:
– Abraham obedece a la llamada de Dios y abandona la seguridad.
– Vive como extranjero, habitando en la total provisionalidad de una tienda de campaña.
– Su mujer Sara y el mismo Abraham se fían, a pesar de su edad, de que Dios les va hacer padres de hijos tan numerosos como las estrellas de la noche.
– Los judíos tuvieron ánimo ante el poderoso faraón, porque tenían la certeza de la promesa en que se fiaban.
– Y solamente desde la fe, se puede comprender el evangelio de hoy.
También nosotros “por fe”, regalo de Dios y respuesta libre, podemos dar el salto para creer en el amor y la amistad de quienes nos rodean, ya que la fe religiosa brota de la experiencia de un Dios que se nos ha manifestado y del que “por fe” nos fiamos.
Por todo lo dicho, bien nos podríamos preguntar en este día, ¿qué papel y qué significado juega la fe en nuestra vida? ¿Estamos convencidos de que merece la pena tener fe, fiarse de Dios?
Que María, la Madre de Jesús, nos ayude a peregrinar por este mundo fiándonos de su Hijo y que nos abra al futuro prometido del encuentro amoroso de Dios.
+ MONS JOSÉ MARÍA CONGET