Categoría: "EVANGELIO COMENTARIOS"

Domingo 30. Tiempo Ordinario. Ciclo C.
Duras palabras las que dirige Jesús a los religiosamente buenos. Duras pero muy acertadas y actuales hasta tal punto que nos las podríamos aplicar a nosotros mismos en muchas situaciones. Publicano y fariseo se dirigen al templo a orar; tienen algo en común, quieren hablar con Dios. Sin embargo es notoria la actitud de uno y de otro. Mientras el segundo se colocó al final del templo y suplicaba perdón, el fariseo elevaba su acción de gracias a sí mismo por lo bueno que era.
Me quisiera fijar más en la actitud del fariseo, que erguido elevaba su acción de gracias a Dios por lo bueno que se creía. Ciertamente no era él como los demás; ni ladrón, ni adúltero, ni injusto… o al menos no se consideraba como tal. Pero su acción de gracias seguramente no fue escuchada por Dios, porque Él no acepta corazones orgullosos.

Domingo XXIX. Tiempo Ordinario. Ciclo C.
Orar es hablar con Dios de nuestra propia vida, con la confianza que pone un hijo en su padre, esperando su respuesta, queriendo ser escuchado y sintiendo el cariño de quien le ama incondicionalmente. Pero dadas las peculiaridades de nuestra relación con Dios, al amarle sin verle, Jesús cree necesario animar a sus discípulos y a todos a seguir orando.
Para entender la escucha constante que Dios nos presta, pone un ejemplo; y como todo ejemplo tiene sus límites y vale solamente para ese momento. Aquel juez injusto, por la insistencia, hizo caso de los ruegos de la pobre viuda que día tras día le pedía justicia. Cambió su duro corazón debido a que día tras día escuchaba los ruegos de aquella mujer, y también por el miedo a que tomara represalias.

Domingo XXVIII. Ciclo C.
Creo que bien conocida es por todos la relación entre samaritanos y galileos; no era muy diplomática, por decirlo de algún modo; cuestiones religiosas en torno a dónde se debía dar culto a Dios, había sido el motivo fundamental que los había separado; y desde siglos atrás, toda una disputa entre pueblos provenientes de una misma raíz, los distanciaba más y más.
Supongo que más significativas resultaron estas palabras para las primitivas comunidades cristianas, puesto que conocían en primera persona estas relaciones tan espinosas; no es anecdótico que aquél que volvió para darle gracias a Dios fuera un samaritano: habían sido rechazados, los de su pueblo, por considerar que se equivocaban en el culto a Dios y ahora Jesús lo ponía como ejemplo de persona agradecida.

Domingo XXVII Tiempo Ordinario.
Seguramente aquellos apóstoles, después de escuchar y ver lo que Jesús obraba, querían ser como Él; pero claro, a lo grande: querían curar enfermos, echar demonios, que sus nombres fueran pronunciados allá donde iban… Querían fama. Tal vez por eso quiso el Maestro recordarles la importancia de hacer lo que debían. ¡Qué cura de humildad nos da el Señor con estas palabras tan sencillas!
Una persona humilde generalmente ha de ser modesta y vivir sin mayores pretensiones: alguien que no piensa que él o ella es mejor o más importante que otros. Humilde es quien siente pequeño y pobre ante la realidad que lo rodea; se siente pequeño ante los demás hombres, puesto que se sabe parte de un inmenso número de personas con los mismos derechos que él; se siente pobre ante la realidad que lo circunda encontrándose en un inmenso océano de creación; y se siente criatura, es decir, dependiente del Dios que le ha dado la vida.

Domingo XXVI. T.O. Ciclo C.
¡Nadie daba de comer al pobre Lázaro, mientras en la casa del rico sobraba de todo y se vivía espléndidamente! Seguro que nos resulta familiar esta escena; estamos demasiado acostumbrados a vivirla en nuestro mundo. En muchos hogares sobra de todo, mientras que en otros países aún se sufre la lacra del hambre y la enfermedad. Pero todo tiene su repercusión en la otra vida. Y así fue; murieron ambos y cada cual recibió su recompensa. Lázaro fue al seno de Abraham, y el rico al infierno, despojado de todo lo que había disfrutado en vida terrena.
Al escuchar esta parábola, seguro que pensamos que el arrepentimiento de aquél rico llegó demasiado tarde; que se dio cuenta de lo que sufría y fue entonces cuando levantó los ojos y pidió compasión. Sin embargo no se arrepintió ni pidió perdón a aquél mendigo que durante mucho tiempo había suplicado un poco de pan a su puerta.